martes, 1 de mayo de 2012

maeve


Maeve
Por samael mayfair linoge




Estaba sentada en un sillón blanco de una plaza, solo vestía un largo camisón de seda verde, tenía las piernas levantadas y las rodillas junto al mentón, se abrazaba a sí misma. Temblaba aunque ninguna ventana estaba abierta, algo le decía que esa noche él vendría, era como un miedo acechante dentro de ella, solo basto una mirada a la ventana y ver el cielo nublado para saber que él vendría, ahora solo tenía que aguardar a que se presentara y tratar de resistir lo más posible aunque cada vez él se volvía más fuerte y cada vez le costaba más resistirse, una lagrima resbalo por su mejilla. Había empezado  justo en su doceavo cumpleaños. Primero pensó que era su imaginación pero conforme pasaba el tiempo iba empeorando, ya no podía hacerle callar, su interminable cuchicheo no le daba tregua, no la dejaba ni de noche ni de día, contando historias y haciendo observaciones sobre ella y todos sus fallos.
En consecuencia era una niña muy retraída, le costaba socializar, los niños se alejaban de ella y la llamaban loca o bruja. Desde muy pequeña había quedado huérfana, pasó un tiempo en un hospicio, hasta que la adoptaron, sus padres adoptivos eran maestros de la universidad local, decidió guardar silencio respecto a su problema, aunque a veces la delataban los gritos a mitad de la noche debido a las pesadillas. Había largos periodos de tiempo (a veces de años) en que podía llevar una vida tranquila, en que el silencio volvía, pero él siempre acababa regresando y cada vez se quedaba más tiempo, cada vez gritaba más fuerte.

Se encontraba sola en la habitación del hotel, sus padres habían ido a la presentación del último libro de su padre, se levantó y camino lentamente hacia las puertas de cristal que daban a la terraza, de pronto oyó su risa metálica, era un sonido como la de una hoja de metal oxidada al ser afilada, era su carta de presentación. La oyó retumbar por toda la habitación, ella sólo cerró los ojos y apretó los dientes, ya sabía lo que vendría a continuación, oyó la voz detrás de ella, como si estuviera sentado en el sillón que ella acababa de dejar.
-¿otra vez contemplando la noche? ¿Otra vez sola? Ja ja ja ja ja qué patética criatura debes de ser para estar siempre sola, ¿no te parece? ¿Cuántos años tienes? ¿15? Y sigues sola, las chicas de tu edad tienen planes para los sábados en la noche, con sus amigos, con su novio… pero tú no tienes nada de eso ¿verdad?, no, tú no, tu estas sola, siempre sola, una apestada de la sociedad, estás rota, nadie te quiere cerca y nadie te querrá jamás-
Ella abre los ojos y traga saliva, tiene un sabor metálico en la boca y en el estómago siente la mordida helada del miedo. No le replica, sabe que es inútil, sólo debe aguantar hasta que pase. Comienza a rezar, es apenas un balbuceo vacilante, una forma de resistir, de defenderse, de protegerse. El lanza una risotada y de pronto la aplasta contra el cristal, sometiéndola, puede sentir su frio y repulsivo  aliento cuando le habla al oído.
-vamos, no nos engañemos, sabes que estás sola, tu dios no existe, ¡está muerto!, ustedes lo mataron hace mucho y aunque existiera ¿qué te hace pensar que le importarías? Tú, mocosa patética y estúpida que no tiene nada que ofrecer a nadie, estas vacía. No puedes detenerme ni con vinos, ni con juramentos, oraciones o medicinas, no puedes detenerme, pero aun así lo intentas, intentas ahogar mi voz pero no puedes, la tuya es muy débil, ¡¡deja ya de pelear!! ¿Crees que tus padres te quieren? Vamos, ambos sabemos que sólo te tienen aquí por lastima, ¿qué otra cosa podrías llegar a inspirar? sino lastima y asco, si, tú lo sabes tan bien como yo, puedes verlo en sus ojos, cuando te sonríen o te dan los buenos días, ves el asco en su mirada, ¿no es cierto? jajaja pobre niña idiota. Pero ¿por qué te obligas a soportar esto? ¿por qué no escapas de una vez de esta mierda? ¿eh? Vamos es muy simple, sólo abre la ventana, vamos, ábrela lentamente, deja que el aire nocturno te toque, huele la noche y sal, vamos sal…-

Mira con gesto dubitativo el tirador de la puerta de cristal, trata de pensar pero él no deja de repetir que salga, pone una mano que apenas siente en el tirador, jala y con un susurro sordo la puerta se abre y el viento helado de la noche la envuelve en fragancias de metales oxidados. Está descalza, camina lentamente hacia la barandilla de mármol, sintiendo las placas de áspero cemento bajo sus pies. Está en un quinceavo piso, tiene una vista privilegiada de la ciudad pero apenas le hace caso, se pone de puntillas y mira por sobre la barandilla, hacia abajo, hacia el abismo. Y con un leve estremecimiento siente como él le acaricia el pelo, metiendo los dedos entre su cabellos y de pronto lo jala hacia abajo produciéndole un aguijonazo de dolor y haciendo que levante el rostro, mientras dice con embeleso.
-vamos, hazles un favor, se los debes, ellos te sacaron de esa pocilga en donde vivías, en donde los niños te molestaban, solo hazles un favor, vamos, sólo uno. Líbralos de tu existencia, de tu carga, libéralos del asco que es verte cada mañana. Vamos, sube a la barandilla, vamos tú puedes, demuestra que una basura tan patética como tú por lo menos puede hacer eso-
Ella mira hacia atrás, hacia la habitación, hacia su vida, pero el jala más fuerte, haciendo que vuelva a levantar el rostro abriendo la boca en un gesto de dolor sin sonido. Siente la caricia lacerante de su garra en su mejilla, soporta el dolor de la herida sin emitir quejido alguno, mientras siente la sangre manar lentamente. no lo ve, pero sabe que sonríe.
-¿qué es lo que piensas zorra? ¿En regresar? ¿Para qué? ¿Regresar a qué? No tienes nada que te vincule, nadie te quiere y nadie te quiere cerca, no tienes novio y nunca lo tendrás porque nunca le gustaras a ningún hombre y porque habrías de gustarle a alguien, por favor, solo mírate, eres repulsiva con tu cuerpo deforme. Cualquiera se avergonzaría de estar a tu lado. Vamos, libérate y libéralos a todos, solo sube a la barandilla, demuestra que por lo menos vales para algo, vamos, sube, sube, ¡¡sube!!-
Ella se estremece al oír su rugido, está llorando, las lágrimas corren heladas por su mejilla, solloza débilmente, casi en silencio como cualquiera que está acostumbrado al abuso.  Pone sus manos en el frio mármol de la barandilla y con un leve esfuerzo sube a ella, con un miedo cada vez más creciente, con un estremecimiento que le recorre todo el cuerpo se pone de pie lentamente, usando sus manos para intentar equilibrarse, a un paso del abismo. Mira hacia abajo y siente el vértigo que hace que la distancia entre su terraza y el pavimento de la calle se triplique, aún llora, tiembla sin poder controlarlo. Mira hacia la ciudad con su infinidad de luces como si fuera una enorme criatura que a su vez la observara, abre lentamente los brazos, comienza a respirar más rápido, mira el cielo nublado y casi negro. Él emite una risita  de satisfacción.
- vamos solo da un paso hacia adelante, vamos, estas tan cerca, solo un paso para ser libre, libéranos a todos de tu asquerosa presencia, vamos lánzate y se una mártir o ¿es que acaso quieres seguir sufriendo? Despertándote cada día pensando que sería mejor si estuvieras muerta, no vales nada, no has hecho nada importante, así que, ¿qué más da si saltas?, solo serás una mancha en el pavimento que se apresuraran a limpiar y lo harán gustosos solo para por fin librarse de ti, vamos, a llegado la hora, lo sabes en el fondo de tu alma, no puedes huir ya, eres diminuta, no eres nada, solo una jaula oxidada que no puede retenerme. Vamos salta, ¡¡¡salta!!!...-
Él le chilla al oído pero ella no puede dejar de mirar el cielo y en esa negrura como la brea ve un punto más claro, un punto por el que comienza a atravesar la luz de la luna. La luz comienza a desgarrar las mismas nubes haciendo un claro por el cual puede verse la luna llena, plateada y majestuosa. La mira extasiada, la voz de él comienza a apagarse y en cambio comienza a escuchar una suave tonada, oye la dulce voz de una mujer cantando y ya nada más importa, todo se desvanece y solo importa la canción que nunca había oído pero que conoce bien, como si la hubiera escuchado toda la vida, -maeve…- dice apenas en un susurro, sonríe. Él se estremece al oír el nombre. Ahora está claro para ella, todos esos años de molestarla cada minuto, cada día, tratando de que se quitara la vida, en todas las formas posibles, ahora sabe por qué él lo hacía. Se yergue sintiéndose tranquila, segura, purificada. mira hacia abajo pero ahora no tiene miedo, da la vuelta y de un salto baja de la barandilla de mármol, él le grita insultándola, tratando de intimidarla con la potencia de su voz, pero ella detecta la incertidumbre y su sonrisa se ensancha, él se enfurece he intenta arremeter contra ella. Así que se para altiva y lo encara, casi puede verlo, alcanza a ver esa distorsión en el aire cuando el trata de embestirla y en un impulso salvaje le da un puñetazo, que le da de lleno en la mandíbula y lo hace pararse en seco, es casi como si hubiera golpeado el aire. Se mueve con una gracia antigua y desconocida, lanza su mano hacia adelante y lo toma por el cuello, está agarrando el vacío, aun así lo acerca hacia si hasta tenerlo cara a cara y casi puede verlo, casi puede ver su sorpresa, su miedo.
-pequeño bastardo hijo de perra, parasito idiota, eres tan débil que nunca pudiste hacer el trabajo por tu cuenta, así que solo vienes a tratar de que yo haga tu trabajo sucio, ni siquiera eso pudiste hacer bien, ahora ya no te temo, se porque querías que me matara, ahora lo sé, me temes, siempre lo has hecho y haces bien. Ahora regresa a donde sea que hayas salido y diles a los otros que estaré aquí, esperándolos, ya nos les temo, ya nunca volveré a tener miedo. Peleare por mí, no volveré a bajar la cabeza, no volveré a derrumbarme, a hundirme por los fracasos que tenga, ahora serán retos a vencer, se lo fuerte que soy y eso es lo único que importa. Pobre de aquel que quiera ponerse en mi camino por que la próxima vez no seré tan benévola-
Lo suelta y oye como se desploma en el suelo chillando de dolor, de humillación.
 –¡¡¡pagaras por esto!!! maldita mujerzuela, zorra estúpida, lo pagaras, valla si lo harás, suplicaras, lo harás, lo harás…- ella da un paso hacia él y de pronto siente como se desvanece como un suspiro en la oscuridad. Entra en la habitación, cerrando tras de sí la puerta de cristal, suspira, sus piernas se niegan a sostenerla y cae de rodillas, tiembla y llora pero esta vez es de alivio. Se queda un momento allí tendida, dejándolo salir, cuando se siente lista se levanta, se mira en un espejo cercano y sonríe, se quita el camisón y camina lentamente hacia el baño, necesita una ducha, así se limpiara, se purificara y se sentirá mejor, mientras prepara la ducha silva una tonada que la reconforta, aunque no recuerda donde  la oyó.


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