martes, 27 de diciembre de 2011

Las orillas que contienen tu litoral...

En unas cuantas horas hará un mes que no te veo y si en cinco días no tengo noticias, supongo que tendré que comenzar a echar los recuerdos-residuos sobrantes por la borda de mi cama. Ojalá pudiera hacer lo mismo con la imagen espectral y sonriente que conservo de ti para soltarte y te eleves como globo, para que despegues de mi boca tus labios rosados y suaves, para que me deshaga como el cuerpo acuoso en el que de vez en cuando me transformo.

He intentado deshacerme de ti, me consta. Te he puesto ante imágenes más grandes que la tuya y no consigo verterme por completo en besos más genuinos que los tuyos, con abrazos más sinceros y esas despedidas que no tienen el mismo efecto: saberquevolverás, no, no es lo mismo.

Los lugares de tiempo y espacio anacrónico, las noches tropicales o citadinas envueltos en el sopor de un auto a cuatro grados centígrados son antítesis que no se esfuman con la facilidad que uno quisiera, ya lo ves, así pasa: las cosas no siempre salen como uno las piensa. Ya no pretendo declarar que ya no te amo o que te extraño para que de nuevo no las leas, para que vayas corriendo a deshacerte de ese estigma en otros brazos que eliges deliberadamente.

¿Qué hay entre el mar y la niebla cuando oscurece? Eso, un eco que viaja como un rumor prohibido; esta vez tu oleaje cadencioso ya no llegará a relamer las orillas de mis playas secas, mis comisuras resecas ya no las mojará tu perfume con olor a dulce, a dona krispy kreme.

Los desplantes, los llegar tarde a nuestro sitio, los actos circenses, las tragicomedias que inventamos como jugando parecen odiar el tiempo que se conjuga en un futuro poco probable, me arden en la sienes, en la garganta cual si fuera el cigarro rancio a medio consumir de días anteriores; el trago de agua fresca parece revitalizar, avivar con más fuerza el exangüe fuego que jamás hubo entre nosotros, otra vez una imagen puesta más a fuerza de semejanza entre un tú y yo que sólo ocurrió una vez.

De lo que sí daré cuenta es que a estas horas de alturas no sé qué haría si como por arte de magia o embrujo aparecieras, me lo pensaría más de dos veces si decidirme a perpetuar el “nada pasó y todo normal” o inventarme otro adiós sin plazo definido y eso lo atribuyo a la influencia de una canción que es tan mía pero no tuya, no obstante, debería admitir que me quema el eco de tu voz; debería, pero no lo haré.

En pocas horas hará un mes que no te veo y si en cinco días no tengo noticias, continuaré preguntándome ¿Qué hay entre el mar y la niebla cuando oscurece? Una imagen que se lava o se deslava, o será simplemente “este amor que arrasa.”

Responde que ya no siento el escozor que se esconde tras del eco de tu voz, Ana.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Lo demás es lo de menos

Tengo la necesidad de ya no verte, Ana, de engullirte a ti y a tu recuerdo como agua, a ver si desapareces, si claudicas o te cansas y envileces. Por eso cuando te vayas, procura a toda costa que me entere para tirarte a la cara mil cosas y todo el cariño que te tengo.

Cuando te vayas, procura hacer mucho ruido, vete por la puerta principal para que despiertes en mí el ánimo de detenerte. Haz escándalo, grítalo a todos, diles que me dejas solo; hazlo con el mismo ímpetu falso con el que de nuevo finges cargar las maletas vacías.

Cuando te vayas, senténcialo: “¡Órale! por marica”, prefiero escuchar eso a musitar: “Sí, pero no me chingues las retinas con tus pinches disculpas y clamores.” Cuando te vayas, procura a toda costa que me entere, para no jugar a hacerme el fuerte, para que veas cómo ya no suplico que te quedes.

Cuando te vayas, si te vas.