miércoles, 7 de noviembre de 2012

La escabrosa oxidación ferroviaria...


Un grito desesperado, podría ser. ¿Un intento fallido por retenerte? También. La verdad es que las despedidas y bienvenidas no son lo mío. Carezco de gracia, de calidez, de esa justa amabilidad que se requiere para recibir a los que realmente aprecias; no atino a justipreciar a aquellas personas a las que se tiene que decir adiós.

¿Recuerdas esa vez que preguntaste si abordábamos el mismo bus? Era el del Nihilismo, creo. Me pregunto a cuál de todos los autobuses subiríamos ahora. Imagino que un mañana cualquiera del invierno que se aproxima nos encontraremos en la misma estación; habrá un olor medicinal, aunque todavía no seamos lo bastante viejos. Tú esperándome o yo esperándote en alguna banca, hablaremos de cosas que han quedado pendientes: objetos, viajes, cartas, ropajes, cualquier clase de bobería.     

Busqué entre todas tus palabras y no me encontré. Pensaba que había sido por lo menos una noticia trémula en los días que circundaban tu onomástico, erré y con un margen muy amplio en la escala de las pretensiones. Regresé entonces sobre el camino andado; volví a la banca con olor a ungüento: ahí seguíamos, inmóviles con gruesos y estorbosos abrigos para sortear los simbolismos decembrinos tan viejos, gastados.

Un rechinido de llantas, el silbido de una máquina, una voz lejana, quizá alguna alarma, indicarían que era hora de partir, sólo hasta ese momento, como si se tratase de una rifa y no de una elección deliberada, aparecería la pregunta incómoda: ¿Hacia dónde viajas? Ninguno respondería –a propósito, claro- hasta que habiendo pisado el cuarto escalón, juntaríamos nuestros boletos en una suerte de juego infantil.

Cual si fueran estampillas de un álbum de superhéroes, comparamos los tickets; al ver que iban en direcciones opuestas, nuestros rostros reflejaron cierta risilla de picardía y desencanto. ¿Qué haremos ahora? Nadie se atrevió a indagar. Solos, en el pasillo, tomaste tu bolsa de mano y yo mi portafolio. Hubiéramos podido haber dicho versos, despedidas planeadas, promesas de un reencuentro, pero fue todo tan distinto y sin chiste: Al dar un par de pasos, volteaste con afán seductor y nostálgico; yo, melancólico, incliné mi sombrero como diciendo: gracias o bien corre ahora que puedes (y te doy ventaja).

No sé si al acomodarte en tu espacio reservado pensarías en que el trayecto será largo, en que este viaje en lejanía terminó justo a tiempo. Yo prefiero creer que por única ocasión, ésta será una mañana no de aspavientos, no decisiva, no de planes venideros, sino que solamente se trata de una alborada más corta. 

¿Qué nuevos paisajes, escalas, rostros, valijas vislumbrarán nuestros ojos, lejana?

martes, 11 de septiembre de 2012

Bajo la etiqueta de “tu perrito librepensador”


Tu vuelo salió en algún punto de la madrugada con el fin de que llegaras a tu destino aún con luz solar. Desde una posición ridícula, elegí un avión al azar para que fuera el tuyo. Agité la mano en dirección a las ventanillas: Adiós, hasta luego. Que te vaya bien, adiós.

Y a decir verdad, esa noche no me emborraché como vaticinaste y como lo tenía previsto, no. Me senté en el auto a escuchar pausadamente a Schubert. ¿Qué será de esta ciudad sin tus ruidos, Sara? Un piano nostálgico me reveló que daba igual: el flujo de los autos no cambiaría, el clima podría mejorar o empeorar, el andar de la gente perduraría hasta acabar con todo, en resumen, al mundo le era indiferente que estuvieses aquí o no.

Me sentí como un adolescente sufriendo la cruda en una cafetería cualquiera para ganar tiempo antes de llegar a su casa, postergar el regaño e inventar una excusa, pero en casa ni tus maletas aguardaban. Ya estarías en tierra, cómo habrías llegado, se estrellaría el avión; qué cosas más tontas esperaba, incluso una de tus llamadas.

No he de negarte que ver tu boleto de regreso me dejó con un nudo en la garganta, que sembró  un temor insondable, que estuve a punto de seguirte con el pretexto de un viaje, que pensé en telefonear a tu madre. Total, desde que anunciabas maliciosamente la cuenta regresiva, era imposible que al despertar no experimentara esa sensación de amanecer incompleto hasta que por fin comprendí que lo único, y quizá lo más difícil,  que podía perder era el miedo.

Tampoco quiero tu compasión porque sin duda –ahora es algo que me causa risa- en un acto de conmiseración fui testarudamente a recorrer cada uno de esos lugares por los que dejaste contadas y precisas la mayor parte de tus despedidas.


viernes, 13 de julio de 2012

De cuando lo increíble era lo habitual



Con un requinto ya muy conocido me dispongo a comenzar la erradicación de hábitos que últimamente han aparecido. No es precisamente que quiera reivindicarme, sino que estoy algo cansado de repetir ad nauseam la misma rutina que antes era divertimento.

Las canciones se han vuelto tersas y cada trago a la cerveza reanima algo que ya está extinto –patadas de ahogado, le llaman algunos- será que inmerso en este sopor de una lluvia apenas leve,  pienso las cosas, debo tomar un rumbo y tratándose de ser sinceros, L, no sé cuál es.

Ni los filmes ni canciones antañas ni antiguas manías o rituales antes de dormir surten efecto, los ansiolíticos o somníferos no parecen ser la solución. No sé qué pasará después de esta madrugada pero debo resolver algo consciente o inconscientemente. ¿Cuál es el primer paso que habrá que dar? Si es verdad que algo sucederá ¿Qué será? ¿Un torbellino? ¿Unas palabras? ¿Una diarrea encefálica? No sé, pero esta noche huele y sabe a algo diverso. Múltiples posibilidades, quiero pensar.

Mañana deberé tomar otra decisión, debo despertar y ser un hombre nuevo tras la mirada de un amanecer incierto o concreto. Las últimas cosas, el último humo, el último trago sin sabor; los últimos post-its pegados por doquier a lo largo y ancho de la pared. Recordatorios de planes fraguados, fórmulas inservibles, miedos pasados, revelan un panorama ¿esclarecedor? Tal vez.

Una ansiedad tan fisiológica como mental, se hace presente, llega como un torrente en todas direcciones hacia adentro y hacia afuera, los orificios de mi cuerpo quieren estallar a un mismo tiempo sórdido fuera de pactos o promesas. Poco a poco las cosas van desvaneciendo. Los dedos se vuelven torpes, las ideas, torvas, algunas cosas estorban.

Increíble que esto me suceda a mí, que siempre fui un buen chaval. Mentira. Son tus hábitos sucios, cansados, lugares comunes. Increíble que te encuentres otra madrugada más haciendo un poco de lo mismo.

Quisiera imaginar que todas las fotografías, los olores tornarán a su sentido original o uno menos inédito que el acostumbrado. ¿Cuestionarse? ¿Para qué? No es más que decisión y con la botella a medio terminar sigo dilucidando si lo mejor será segmentarlo o que una parte – la mayoría de todo esto- se derrumbe al unísono con el primer cantar doliente del gallo a las 5 de la mañana. De repente parece que este sitio urbanizado, plagado de huellas de podredumbre globalizada, recobra su esencia rural, los animales, la gente, las viejas tradiciones como la campana de la iglesia resuenan en las paredes evocando la memoria perdida de lo que antes era sólo tierra árida. Sólo tierra y nada más, sin promesas.

Increíble que esto suceda en esta época tan confusa, tan caótica. Algo bueno o malo, insignificante o grande sucederá a partir de mañana, quizá no sea así y todo resulte una ficción más. Estoy solo también triste; números, nombres, datos inútiles se me vienen a la cabeza y ninguno de ellos podrá recordarme siquiera o dejarme ver que me salvarán. No hay macha atrás.

Me descubro en solitario, mirándome al espejo con un dejo de desconocimiento propio. Puede ser que represente el inicio y término de todo lo que era, soy, he sido. Rayo estruendoso sin luminiscencia, sonido sin eco con gran alcance, ladrido ahogado entre más de cuatro paredes sin confinamiento. Increíble que todo lo que era sorprendente, haya sido por más de dos décadas lo habitual que siempre tuvo un aire de algo monótono.

Todo se queda parado igual que el silencio que contiene una y mil cosas a la vez, como un río manso que de pronto se desborda, como un jugueteo de alas casi imperceptibles, como patas huyendo sin rumbo, como señuelo que indica que no hay más, que lo conocido ya no basta y que a partir de ahora lo frecuente ya nunca será increíble, porque las novedades se agotaron en una sola noche, en una sola gota de sal, de algo espeso, de algo seco, de algo que aún no tiene descripción, que todavía no se define al borde de pensamientos sin sentido, sin cesar; todo depositado en un barril, vasija, anillo, jarrón sin fondo.

Increíble, L, que estés tan solo y tan tranquilo mirando todo el mundo desde tu trinchera sin tener muy claro qué hacer. Cantando, bebiendo, fumando las últimas palabras que tu garganta enrojecida por la denuncia, la crítica, la censura, tanta injusticia –a tus ojos, merecida- que no hace sino recordarte el tac tac de todo aquello que pudiste ser y destruiste en tus intentos por hacerlo posible. Increíble que hayas gastado así tus escasos días.

Ya está, todo ha terminado. Sólo queda dormir haciendo a un lado las lamentaciones, confiando en que algo, ni sabes qué, ocurrirá para redimirte.  

martes, 1 de mayo de 2012

ciel


Ciel
Por samael mayfair linoge
Introducción

-Quizás comenzó esa tarde en el café…-, se dijo, aunque eso nunca lo supo, pero fue lo último que se pregunto antes de apretar el gatillo y volar la estación llena de gente…
1
El café

Caminaba por la calle de gante, tenía ganas de escribir, pero ¿en dónde? se detuvo ante un café, lo estudio con atención y decidió entrar, se sentó en una mesa que estaba en una de las orillas, pidió un americano y un cenicero. Comenzó a fumar, saco su cuaderno, saco una pluma negra y miro la aterradora hoja en blanco, aterradora en todo su vacío, riéndose dé el cómo retándolo a intentar llenarla, si es que podía.

Miro alrededor buscando algo de inspiración pero no encontró nada, así que comenzó a examinar más detenidamente el café, con sus adornos hechos en serie y sus horribles copias de obras de arte. Entonces la vio, salía del local con uniforme de mesera. Era preciosa,  tanto que casi dolía mirarla, ojos grandes y hermosos, cabello castaño largo y sujeto en una coleta, delgada y grácil con una figura encantadora, tenía una pequeña cicatriz junto a la boca lo que la hacía verse más sexy. Se enamoro enseguida y ya no pudo apartar los ojos de ella, al parecer le tocaba atender la otra parte del café, la parte en la que él no estaba, súbitamente sintió la conocida sensación de inspiración, la llegada de una idea, como si su cerebro fuera abstraído de esa realidad y tuviera fugases visiones. Comenzó a escribir, llenaba las hojas una tras otra, dando rápidas miradas  hacia ella, en cuestión de dos horas ya tenía un cuento corto sin ningún error o tachadura. Cada día iba al centro, al café de la calle gante, solo para verla, la mayoría de las veces escribía algo pero el objetivo principal era verla, lo hacía sentirse bien, se quedaba hasta que terminaba su turno y se iba, siempre a pie, siempre sola. En algunas ocasiones ella sentía su mirada y lo veía, el la apartaba enseguida, no podía soportar su mirada, era demasiado fuerte, demasiado voraz, al poco tiempo volvía a mirarla, era como un juego que se practicara cada día. En una ocasión ella termino su turno un poco más temprano, se sentó en una mesa cercana a él, pidió un café y lo miro fijamente, el se puso nervioso y nuevamente bajo la mirada. –Ya basta-, se dijo, -tienes que ser un hombre, tienes que ser un hombre, solo es una chica, no va a matarte, solo te dirá que no, además por algo se sentó allí y te mira con insistencia- y dicho esto se levanto, camino los escasos pasos que lo separaban de la mesa de ella, la miro y pensó que iba a morir, de cerca era aun más hermosa, al acercarse ella lo miro, él quería hablar pero no podía, literalmente, tenía un inmenso nudo en la garganta, con un titánico esfuerzo pudo articular un hola mientas veía la pequeña lamina dorada que constituía su gafete, y en ella se leía Ciel, luego la miro a los ojos, a eso ojos crepusculares y sonrió. 3 minutos después ya estaba sentado en su mesa, algunas meseras los miraban extrañadas, pero eso no les importo, 1 hora después salían del café y la acompañaba a casa.
En el trayecto a su casa apenas y cruzaron palabra, aun así ella le dijo que en unos días era su cumpleaños. Antes de  dejarla en su casa la invito a salir todo un día para festejar su cumpleaños, antes de responder había visto una sombra insistente de duda en sus ojos y rezo, rezo para que aceptara, para que le diera una oportunidad, y ella al final acepto. Tenía dinero guardado, mucho dinero guardado, ya que sus padres no hace mucho habían fallecido en un accidente y siendo ambos doctores le habían dejado una cuantiosa suma de dinero de seis cifras, en el trayecto de regreso a su casa empezó a planear el día de su gran cita, se acostó algo tarde por planificar hasta el último detalle,  pero al final se durmió con una sonrisa en su rostro

Por fin llego el día de la gran cita, fueron al centro, desayunaron en un agradable restaurante con vista al zócalo, después fueron a un museo, vieron un espectáculo callejero y al caer la noche, cenaron en la terraza de un café en el octavo piso de un enorme edificio con vista a bellas artes, ambientado por la música de un violinista. Caminaban lentamente, disfrutando del paseo y de la cálida y fragante brisa, el cielo estaba despejado y por el asomaban algunas estrellas, maeve la luna oscura cabalgaba peregrina por el cielo. Era el mejor día de su vida, ella era hermosa, y le gustaba como lo miraba, con tanta dulzura, con tanto interés y ella lo había sorprendido al regalarle una pulsera hecha con granos de café, a él le había gustado mucho y prometió nunca quitársela, después él le había comprado una pulsera igual, ahora ambos tenían un recuerdo de ese día tan especial. Le extrañaba que a todos los lugares que iban, la gente los miraba extrañada, debía ser porque ella era hermosa y el solo un pobre diablo patético y de aspecto repulsivo. Ella no había parado de hablar, pero eso a él le gustaba, aunque le gustaba más el sonido de su risa y el modo infantil en que intentaba contenerla con las manos.
Hace un rato habían dejado atrás el zócalo, paseaban por la calle de Brasil y acababan de dejar atrás la plaza de santo domingo, pasaron por la entrada de un callejón, pero ni siquiera se dieron cuenta, tampoco se dieron cuenta de la figura oscura que salió de este y caminaba detrás de ellos con paso lento, tranquilo y confiado, acercándose poco a poco cada vez mas.

 Ella era perfecta y no le desagradaba nada imaginarse despertando con ella cada día, -debe ser muy lindo, quizás ella sea la felicidad con letras mayúsculas-, se dijo.

Estaba detrás de ella, podía oler el aroma de su cabello, le sorprendía que aun no lo hubieran notado, que no se hubieran dado cuenta de su presencia, pero a su vez le divertía y valla que esa noche iba a divertirse…

Al caminar juntos sus manos se rozaron y así, casi como no queriendo, el la tomo de la mano, la miro y dijo, -me encantas, tienes esa belleza fresca de la lluvia al anochecer…-.

 Le dieron un puñetazo que lo hizo trastabillar, dio dos pasos tambaleantes y al levantar la  mirada vio que un tipo estaba de tras de ella y tenía un enorme cuchillo en su garganta,       -shhhhhhh, tranquila, es mejor que estés tranquila y no te lastimare… mucho, y tu, será mejor que no intentes nada o le corto el cuello, ¿entendiste?- dijo el tipo con voz tranquila
El solo asintió, la miro y vio la expresión de enorme terror en su rostro.
 -Luis ayúdame, por favor ayúdame- dijo ella en un susurro, las lagrimas le corrían por las mejillas.
 -vamos caminemos un poco, tu ve  por delante, yo iré con ella, no sería correcto que una mujer tan bella camine sola ¿no te parece? Y cuidado con tratar de escapar o llamar la atención si no este bello rostro acabara marcado para siempre.- y al decir esto paso la punta del cuchillo por la mejilla de ella provocándole un escalofrió.

Camino lentamente, podía oír los pasos de él y de ella detrás, en la calle no había ni un alma, estaba completamente desierta, llego a la entrada del callejón.
-metete al callejón, ¡¡muévete!!-, Luis lo miro, sabía que si entraba en el callejón, seria todo, estarían muertos, pero no podía hacer nada para ayudar a Ciel, aunque quizás podría tener una mínima esperanza de tratar de atacarlo dentro del callejón, quizás podría… .Un grito repentinamente ahogado lo saco de sus reflexiones, un pequeño pero continuo hilillo de sangre manaba de una herida recién abierta en la mejilla de Ciel, instintivamente dio dos pasos para tratar de defenderla, pero el tipo acerco la punta del cuchillo al ojo de Ciel, lo que le hizo detenerse enseguida.
 -¿vez lo que has hecho?, me has obligado a cortarla, todo por no obedecer, ahora que te parece si entras al callejón o sino tendremos que averiguar como se ve esta linda chica sin nariz, ¿dime, crees que aun se vea linda?-, Ciel temblaba ligeramente, no paraba de llorar y respiraba rápidamente en jadeos entrecortados. Entro al callejón y llego hasta el fondo, luego entraron ellos.
 –dile que todo va a estar bien, que nada le pasara, ¿hay algo que quieras decirle por ultimo?…- dijo con una sonrisa en sus labios.
 -no, no le hagas daño, si… si quieres matar a alguien mátame a mí,  pero a ella no le hagas daño, vamos, si lo que quieres es herir a alguien hazlo conmigo, no me resistiré… solo por favor…no… no…-, Ciel emitió un agudo grito cuando la punta del cuchillo le hizo un corte en la otra mejilla.
 -si sigues sin cumplir mis órdenes voy a lastimarla más, muuucho mas. Haber, otra vez, dile que todo va a estar bien, que no va a pasarle nada, prométeselo, vamos-, Luis dudo, vio a Ciel con su gesto suplicante y luego al tipo. Se congelo, no podía moverse, como un ciervo ante los faros de un auto.
 - ¡¡¡díselo!!!- rugió el tipo.
 - Ciel… todo va a estar bien-, empezó a llorar aunque trato de evitarlo, -no te va a pasar nada, todo va a estar bien, te…-, la voz se le empezó a quebrar, el tipo sonreía con placer, -te… te lo prometo…-.
-creo que vas a disfrutar esto cariño-, dijo en un susurro mientras lamia la sangre de su mejilla, -eres deliciosa, es una lástima…- y dicho esto le clavo el cuchillo en su espalda con tal fuerza que la punta salía de en medio de su pecho,  con su mano izquierda tomo su hombro y de un tirón saco el cuchillo de carnicero.
-¡¡¡noooooooooooooooooooooooo!!!, ¡¡¡noooooooooo!!!, ¡¡¡noooooooooooo!!!, dios mío, no, Ciel, no,- en el rostro de ella había una sorpresa helada, sus ojos contemplaban el infinito, la soltó y su cuerpo comenzó a deslizarse hacia adelante, muy lentamente, como si el viento la detuviera y el tiempo se congelara debido a ella o así lo percibió él, recorrió la escasa distancia que lo separaba de ella y la tomo en sus brazos antes de que cayera al suelo, de su pecho manaba la sangre a borbotones, lloraba y trataba de tapar la herida con su mano.
 -¡¡¡ayudaaaaaaa, ayúdenme!!! ¡¡¡una ambulancia!!!, ¡¡¡llamen a una ambulancia!!!-,  Algunas ventanas comenzaron a encenderse en las alturas y una pareja se detuvo en la entrada del callejón. El asesino ya se había ido y él ni siquiera se había dado cuenta, ella comenzó a toser sangre, el recordó su celular y trato de marcar pero no podía recordar ningún numero de emergencia, tenía mucha sangre en las manos y el celular se le resbalaba continuamente. Lloraba y maldecía su estupidez, ella levanto pesadamente su mano y le quito el celular, tosió un poco para aclararse la garganta, todo su rostro estaba salpicado por gotitas de sangre.
-Luis ya es tarde, ya no hay nada que hacer…
-no hables así, ya casi llega la ayuda, ya casi…, solo tienes que aguantar un poco, vamos yo se que puedes hacerlo…
-no, es demasiado tarde, pero sabes, no importa, por lo menos pude conocerte por unos minutos, y creo que quizás llevaba toda mi vida buscándote y si tengo que pagar por los minutos que pasé contigo que así sea, bien lo vale, me hubiera gustado mucho ser tu novia y hacerte feliz,- nuevamente tosió sangre, le acaricio el rostro con su mano ensangrentada y exhalo un último suspiro, su mano cayo ya sin fuerzas y la luz de sus ojos se apago.


2
Planes

 Discutían  otra vez del mismo tema.
 - pero ¿qué caso tendría hacerlo? Que ganas con eso o que ganamos mejor dicho-, dijo Luis desde su mullido sillón de imitación de piel, ella lo miro afligida.
- acaso ¿ya no me quieres o es que no confías en mi?, Es algo necesario y debe hacerse, mientras más sean, mejor, hay que liberarlos, liberarlos de su miseria o ¿acaso quieres que todos sufran lo que tú has sufrido?-, Luis la miro y se puso algo triste, sabía que algo había pasado, algo muy malo pero no recordaba que, cada que intentaba recordarlo, las imágenes se diluían muy rápido, era como si se bloquearan.
-si te lo pido a ti, es porque sé que puedes hacerlo y no confió en nadie más para esta tarea tan importante-, camino lentamente hacia él, llevaba una ajustada blusa negra y bóxers rojos, iba descalza. Se inclino apoyando ambos brazos en los descansabrazos del sillón, lo miro directamente a los ojos y le dijo con voz melosa.
-¿verdad que no me vas a quedar mal? ¿Si me vas a ayudar verdad?-, el la escuchaba con la mirada perdida en el infinito. Pero estaba preocupado, por lo que ella le pedía, por lo que iba a hacer en solo unos días.
 -está bien, voy a hacerlo, pero solo lo hare por ti, Ciel, porque te quiero-, ella lo miro con satisfacción.
-sabía que si me querías, yo también te quiero a ti, y ya quiero que estemos juntos, pero para eso debes hacer lo que te digo, ¿ok?- dijo mientras le guiñaba un ojo.
-está bien, ¿Qué es lo que debo hacer primero?-, ella lo miro complacida, -está bien, toma lápiz y papel,…


3
El borrego

Llego a iztapalapa, eran las 11:00 pm, la colonia no era un buen lugar para pasear tan tarde, avanzaba despacio buscando la dirección que le dio ella, en la mayoría de las esquinas había grupos de vagos, al doblar en una calle bastante estrecha, una manada bastante numerosa de pandilleros  le cerró el paso y rodearon la vieja camioneta que conducía, Luis bajo temeroso el vidrio del conductor, después de asegurarse que los seguros estaban abajo, - ¿qué chingados quieres aquí?-, le dijo uno de ellos, era apenas un niño de unos 14 años, con algunas perforaciones y las cejas depiladas, pero en sus ojos se alcanzaba a ver que había visto demasiadas cosas para su edad.
 -busco al borrego...-, el niño lo miro sorprendido, saco un viejo y gastado celular, presiono una tecla y después de unas respuestas monosilábicas dijo con molestia, -déjenlo pasar-, los pandilleros se miraron entre sí como no sabiendo cómo proceder y a regañadientes le abrieron paso, manejo lentamente, deslizándose por esa estrecha calle en la que hacía décadas que no pasaba una patrulla, esa calle era como un pequeña ciudad aparte del mundo, al parecer allí no había policía, ni demandas, ni recibos de luz, la mayoría de las casas eran viejas vecindades, que ya se caían a pedazos, por doquier había niños sucios y semidesnudos jugando, vio a algunas jovencitas apenas recién salidas de la niñez vistiendo de manera vulgar. Las tiendas eran ventanas llenas de barrotes con un pequeño agujero para entregar la mercancía. A lo largo de la calle había tipos tomando cerveza o fumando mariguana sin importarles nada. La casa estaba al fondo de la calle, era un poco más grande que las demás pero estaba igual de descuidada, en la parte de arriba destacaba una antena de una compañía de televisión por cable e internet, la pintura se caía a pedazos y las ventanas lucían amarillentas y sucias.
 Se estaciono y en un acto de valentía bajo y toco el zaguán, después de un rato, salió un tipo gordo y al saber a quién buscaba, le cerró la puerta en la cara y al poco tiempo volvió a abrirla, le apunto con una escopeta, lo obligo a ponerse contra la pared y lo reviso tratando de encontrar armas, al no encontrar nada bajo la escopeta.
 -para venir aquí sin armas debes de ser o muy valiente o muy estúpido, entra, el borrego te está esperando en la sala-, el patio donde lo habían revisado estaba sin el aplanado, en las paredes se veían los tabiques desnudos. Empezaba a pensar que el borrego no podría ayudarlo. Al pasar a la sala, la escena fue contrastante, se podía apreciar un exquisito y lujoso gusto en el decorado, pantalla de 50 pulgadas de plasma, el mas nuevo equipo de sonido, muebles de maderas nobles, obras de arte en las paredes. El borrego estaba sentado en una exquisita sala de piel teñida en rojo, con una mesita de mármol al centro, era un tipo de estatura media, de piel apiñonada, lucía un delgado bigote que más que hacerlo parecer varonil lo hacía parecer una rata. Apenas lo vio lo invito a sentarse y toco una campanilla, se sentó en uno de los sillones y después de 5 minutos llego una joven mujer con un vestido muy entallado y una charola en la que había 2 vasos, una hielera y una licorera que contenía un liquido ámbar, la chica sirvió los dos vasos y se retiro solo después de que el borrego le dio una nalgada. –soy el comprador, me envió Ciel, vengo por cierta mercancía…-, dio un trago a su vaso y le sorprendió descubrir que era el whisky más rico que había probado jamás, el borrego lo miro extrañado, después sonrió, abrió una caja de madera que estaba en la mesita de centro, junto a un ajedrez de cristal, las piezas de un lado eran negras y del otro rojo oscuro, muy bellamente talladas. Saco un cigarrillo, lo encendió con un zippo dorado y dijo.
-como ya debes saber, yo soy un facilitador, consigo lo que sea, siempre y cuando puedas pagarlo, pero tu petición fue muy… rara, aun en mi negocio, digo para que quieres…, pero bueno ese no es asunto mío, tengo  tu pedido, lo tengo todo y créeme no fue fácil conseguirlo, creo que vas a hacer algo de ruido ¿verdad?, solo espero que sea lejos de aquí, no quiero que me toque algo de esa mierda. no sé quien sea esa tal Ciel pero si me pagas lo que acordamos le agradeceré por recomendarme, realmente espero que no seas un policía, porque si lo eres me molestare y créeme cuando digo que no quieres verme molesto, porque si yo me molesto Carlitos se molesta y cuando se molesta, se pone “algo… violento”, créeme no quieres verlo así-, Luis volteo hacia la puerta por donde había entrado y vio al tipo que lo había revisado, estaba parado, tapando la salida con una cara de molestia y una escopeta recortada en una mano, sintió como el miedo le mordía el estomago y una gota de frio sudor se deslizaba por su frente.
-no creo que tenga de que preocuparse, Ciel sabe que yo soy de confianza, solo deme las cosas y me voy-, el borrego lo miro detenidamente a los ojos con expresión seria, evaluándolo, de pronto volvió a sonreír.
-realmente no se qué te abras metido pero debe ser condenadamente bueno, dios, hace mucho que no me “motivo” ya casi he olvidado lo que se siente, pero que te parece si vamos a ver la mercancía-.

Una hora después ya salía de iztapalapa con la camioneta cargada, llevaba dos tambos y varias cajas de explosivos, se había preocupado por que el borrego lo matara sin darle nada, pero cuando le trasfirió el dinero hasta había mandado gente para que le ayudaran a cargar la camioneta, era la mayor parte del dinero que le habían dejado sus padres al morir, pero valdría la pena, por Ciel todo valdría la pena, ahora, solo faltaba la ultima parte de su plan


4
El bar

Llevaba un par de horas vigilando a los empleados de mantenimiento del metro, era de noche y ellos se encontraban comiendo en una cocina económica. Se miró en el retrovisor, le sorprendía que su rostro hubiera salido ileso, tenía algunos golpes en el cuerpo pero nada grave, aun recordaba la pelea en el bar. Antes de ir a iztapalapa fue a un bar en el centro, era una especie de bar karaoke, con un ambiente muy bohemio. se había quedado de ver con un tipo que le iba a llevar cierta mercancía complementaria para el plan de Ciel, el tipo había llegado, dejado la mercancía y se había ido no sin antes hacer una cara de desconcierto ante el nombre de Ciel, lo cual extraño a Luis, pero el tipo se veía algo nervioso, quizás se drogaba con regularidad y siendo así, le extrañaba que recordara su nombre siquiera. el lugar parecía agradable, Ciel llego poco después, se veía preciosa, llevaba un vestido negro largo, con una orquídea roja en el lado izquierdo de su pecho, llevaba el cabello recogido en un peinado alto del que se desprendían unos mechones que le caían con calculado descuido en el rostro. Se acerco lentamente a su mesa y se sentó, iba ligeramente maquillada y se veía preciosa, Luis se había quedado sin palabras y no dejaba de mirarla con tanta insistencia como si no fuera real, ente lo cual ella solo sonrió. Pasaron un rato conversando agradablemente, de pronto ella le dijo en tono de molestia que los tipos de una mesa cercana no le quitaban los ojos de encima y que en voz baja le decían cosas sucias creyendo que ella no los oiría, Luis los miro de inmediato eran dos tipos robustos, altos, peligrosos. sintió crecer la furia dentro de él, acida y ponzoñosa, se levanto lentamente, tomo el azucarero y camino hacia los tipos, -ahorita vengo-, murmuro, Ciel sonrió, se levanto y fue hacia el escenario, acerco su boca al micrófono y comenzó a cantar.

-Sweet dreams are made of these.
Who am I to disagree?
Travel the world and the seven seas.
Everybody's looking for something. - Canto con voz sensual, mientras su cuerpo se movía de manera cadenciosa.

Llego a la mesa de los tipos quedando en medio de los dos, en un rápido movimiento de su mano derecha le pego con el azucarero en la cara al tipo de su izquierda con tal fuerza que el frasco se rompió, de inmediato giro su cuerpo hacia el otro lado para darle un puñetazo en la nariz al tipo de su derecha, este cayó hacia cubriéndose el rostro, el cual le sangraba cuantiosamente, Luis tomo una silla de madera que estaba junto a él y la destrozo en un golpe descendente sobre la cara del tipo de la nariz rota…

-Some of them want to use you.
Some of them want to get used by you.
Some of them want to abuse you.
Some of them want to be abused. - Continuo cantando Ciel aunque nadie le prestaba atención, todos estaban atentos a la pelea. 
 
Para Luis su voz llenaba todo el bar y le impulsaba a acabar a golpes a los tipos, se giro hacia atrás  y vio al tipo de la izquierda gateando con la cara llena de sangre y algunos cristales incrustados, calculo el espacio y dando dos pasos rápidos le dio una brutal patada en la cara, alguien lo empujo desde atrás y se golpeo la cintura en la barra, mientras desde atrás intentaban sujetarlo.
 
-Sweet dreams are made of these.
Who am I to disagree?
Travel the world and the seven seas.
Everybody's looking for something. - Luis volteo a verla, Ciel se beso la palma de la mano y después soplo hacia él, mandándole un beso, le guiño un ojo y eso basto para renovar sus fuerzas.
 
Le dio un codazo en la cara al tipo que intentaba sujetarlo por detrás, luego otro y otro hasta que pudo girarse para seguir acribillándolo a codazos. El tipo se separo de él, se sujetaba con ambas manos el rostro, de entre los dedos le brotaba una cantidad sorprendente de sangre que le empapaba la camisa blanca que traía. Luis le dio una patada en el estomago lo que provoco que se doblara hacia delante y rápidamente tomo una silla y se la rompió en la espalda.
– ¿apoco si muy león?, vamos a ver de a como nos toca…-, dijo un tercer tipo mientras abría la navaja que había sacado de su bolsillo, Luis lo miro y evaluó la situación, la hoja de la navaja era de doble filo y debía medir por lo menos 15 cm. Miro al tipo de la navaja, se veía bastante capaz de usarla sin titubear.
 -la botella, mi amor, toma la botella- , dijo Ciel desde algún punto detrás de él, Luis desvió la mirada hacia su derecha y vio sobre la mesa que tenia junto a él una botella de cerveza a la mitad, volvió a mirar al tipo de la navaja, tomo la botella por el cuello y rogo para que no se cortara, la golpeo contra el filo de la mesa haciendo que se partiera por la mitad, quedándose con media botella que de un extremo sujetaba por el cuello y del otro lado tenía una corona de puntas filosas que lanzaban destellos ámbar.
¿Había visto al tipo dudar por un instante?, no estaba seguro pero creía que si, se acercaba lentamente dando navajazos al aire en forma de medios círculos, Luis retrocedía tratando de quedar lejos de los arcos que dibujaba la hoja de la navaja, estaba esperando la mejor oportunidad, cazándola como el gato a la paloma. y de pronto la vio, solo tenía que esperar y rezar para actuar con la convicción necesaria, espero a que la hoja pasara dibujando su arco y tratando de ponerle toda la velocidad de que era capaz, con su mano derecha sujeto la muñeca que sostenía la navaja y jalo hacia él, sacando de balance al tipo de la navaja, le dio un rodillazo que le saco todo el aire de los pulmones, después se paso el cuello de la botella a la mano derecha y con la izquierda  sujeto la muñeca que aun tenia la navaja y la movió en un arco ascendente para incorporar al tipo y le hundió la filosa corona de la botella rota en la garganta, una y otra vez hasta que broto un inmenso chorro de sangre caliente que le empapo la mano hasta el hombro, fue cayendo lentamente al piso junto al cuerpo del hombre de la navaja, la sangre aun manaba con fuerza y lo salpicaba, podía sentirla, caliente, envolviendo su cuerpo, no podía dejar de mirar esa fuente impía que lanzaba sangre a borbotones, como si fuera una fuente de vida en su modo más libre y salvaje, era como si la sangre fuera un ser vivo, como si bailara para el... hasta que la voz de Ciel lo saco de su ensimismamiento, estaba en la puerta he insistía que se fueran, que la policía no tardaría en llegar, no sabía cuánto tiempo había estado absorto, de la garganta del tipo ya solo salía un hilillo de sangre, y alrededor de ellos se extendía un charco carmesí cada vez más grande, se levanto y apresuradamente corrió de tras de Ciel que iba a una gran velocidad a pesar del vestido, no pudo alcanzarla y al final se tuvo que detener a descansar…
 
 El ruido de un claxon lo saco de sus recuerdos, automáticamente se puso alerta y después se relajo, los empleados aun comían, aun faltaba esperar un poco más. toco ligeramente el relieve del revolver que tenía en el regazo, aun recordaba la forma tan peculiar en que ella se lo había regalado, al llegar de iztapalapa ella lo esperaba sentada en la banqueta, traía una blusa negra y encima un suéter rojo, una falda de tablas roja y unos zapatos negros que parecían zapatillas de ballet, se estaciono y ella corrió hacia la ventanilla para preguntarle cómo le había ido, al saber que todo había salido perfecto se alegro y no le dio importancia que el borrego no se acordara de ella, enseguida lo hizo pasar y le sirvió la cen.
-como sabia que tendrías éxito te cocine una verdadera comida casera, te prepare lo que más te gusta, te lo mereces-, el no podía dejar de mirarla, se veía tan hermosa como un milagro. Cuando ya todo estuvo servido ella también se sentó a la mesa, pero su plato estaba vacío.
 - ¿tú no vas a comer?- pregunto Luis desconcertado.
 -no, no tengo hambre, pero tu si come, todo me quedo muy rico, te va a gustar ya verás-. Termino de comer y paso a la sala en donde ella ya le tenía preparada una charola con una copa de whiskey y un paquete de cigarrillos, se sentó en su viejo sillón, encendió un cigarrillo y tomo su copa, ella estaba descalza, solo con los calcetines, con un pequeño short y una blusa de tirantes, camino lentamente hacia él, contoneándose lentamente y puso en sus piernas una caja de madera, Luis la abrió y en ella vio un revolver con una caja de balas.
-¿porque me das esto? ¿que se supone que debo hacer con esto?-, ella acerco su rostro al suyo, casi rozo su boca con la suya , y le hablo al oído con voz sensual.
-solo es por si lo necesitas, es porque me preocupo por ti y no quiero que te pase nada, tu eres mi caballero y esta es tu espada, ¿dime, vas a defender a tu princesa?-, Luis sentía su cálido aliento en su oído, se estremeció al oírla hablar tan cerca, y cerro sus ojos tratando de guardar esas sensaciones, su voz, su aroma, ese momento por siempre, deslizo su mano para tocar la de ella y la retiro al instante, debido a una sensación helada y desagradable.
-¡¡no me toques!! - grito ella- sabes que no debes tocarme-, camino lentamente hasta estar detrás de el, se inclino y volvió a decir a su oído.
-pero cuando termines podremos estar juntos y te dejare tocarme, porque, ¿quieres tocarme verdad?-, el se estremeció de nueva cuenta y empezó a sudar.
 -si, veo que si quieres, cumple con tu trabajo, hazme feliz y tendrás tu recompensa-.
 
Los empleados de mantenimiento salieron de la cocina económica y se dirigían hacia su camioneta, ese era el momento, bajo y se acerco casi corriendo a ellos cuando ya estaban encendiendo el motor, se acerco a la ventanilla del copiloto, -oye disculpa, ¿en dónde queda la avenida Eduardo molina?-, el tipo lo miro y se volteo a su izquierda para señalar la dirección, Luis levanto la mano que tenía el revólver, le apunto al conductor y disparo, el copiloto miro a su compañero y después volteo a ver a Luis solo para encontrarse con el cañón del revólver, -quítese la ropa y que sea rápido o tendrá espacio para otro ojo en medio de la frente…- le disparo al copiloto apenas se había acabado de quitar la ropa, y se fue apresuradamente, pues se oían sirenas que se acercaban. Como a eso de las 3:30 am. ya estaba llegando a la estación del metro hidalgo, se estaciono enfrente de la entrada del metro, puso las intermitentes y camino hacia la escalera empujando un diablo cargado con 3 enormes cajas de plástico, comenzó a bajar las escaleras del metro, se había pasado toda la noche llenando las pequeñas botellas de vidrio y armando los dispositivos en base a unos videos y planos que había encontrado en internet, la mascarilla y los guantes le estorbaban pero sabía que debía usarlos, debido a que el material con que trabajaba era muy toxico, mientras tanto Ciel lo miraba con ojos anhelantes y traviesos, lleva unos pantalones de mezclilla negros y una camiseta roja, iba descalza y estaba acostada boca abajo con las pantorrillas en alto y con ambas manos se sostenía la cabeza.

por dentro de la reja había un policía, que al verlo con su  traje de una pieza amarillo empezó a quitar el candado, pero al verle la cara se detuvo.
 -¿donde está David?, me dijeron que iba a venir  él y el marcos…-, Luis se detuvo, no había contado con eso, pero repentinamente se le ocurrió una idea.
-me hablo mi jefe hace rato, me dijo que habían llegado bien pedos los dos, así que me mando a mí-, el policía lo miro de arriba a abajo y considero la situación, había algo que no le gustaba en ese repentino cambio de planes, la compañía de mantenimiento nunca había mandado a alguien diferente al nombre que venía en los papeles, y siempre habían mandado a David, había algo que no le gustaba en todo esto.
-¿me va a abrir o no?-dijo Luis en tono de fingida molestia.
 -es que siempre viene David, tendría que checar con la compañía, no sé si…-, ya lo había desesperado, estaba tan cerca de terminar el trabajo y lo único que lo separaba de ello era ese estúpido policía, bajo el cierre del traje de una pieza que llevaba y sé abanico la cara en señal de sentir calor, metió una mano bajo el traje a la altura de la cintura, simulando rascarse, tocaba ligeramente la culata del revólver, hizo un último intento.
-mira, ¿me vas a dejar pasar a hacer mi chamba o no?, tengo otros lugares a donde ir y no me puedo estar esperando, no puedes hablar porque la telefonista llega hasta las 9 y si me voy sin hacer mi chamba, va a ser tu problema, yo ya cumplí con venir y no sé cuando puedan volver a mandar a alguien, así que dime ¿me abres o me voy?-, el policía lo vio y lo pensó un rato, no quería que lo regañaran nada más porque tenía un mal presentimiento, así que abrió la reja y lo dejo pasar, en ese momento fue cuando sintió más intensamente la sensación de precaución, de que debía tener cuidado.
 -¿que llevas en las cajas?-, Luis se detuvo y trato de mirarlo de la forma más natural, -son trampas para ratas, cargadas de veneno, esas malditas no se escaparan-
 - ¿cuánto te vas a tardar?, -pues por mucho como unas dos horas…-, comenzó a caminar, el policía ya no siguió haciendo preguntas, excelente, salvo ese pequeño incidente todo estaba saliendo muy bien, llego al andén que se hallaba desierto, eso estaba bien, podría empezar a trabajar de inmediato y no creía que el policía lo molestara mas, se metió al túnel y encontró un espacio hueco en la pared, debía ser un respiradero, allí comenzó a abrir las cajas y a sacar su contenido, preparar todo no le llevo más de una hora y media, había puesto las cargas en lugares estratégicos, una pequeña carga explosiva unida a una botellita de vidrio, el borrego tenía razón realmente iba a hacer ruido, regreso al túnel, al respiradero, se recargo en la pared y miro su reloj, las 5:15, esperaría, se relajaría y como a las 8, cuando hubiera más gente, empezaría la función.



5
La estación

El policía se dio una vuelta por el andén, ya había acabado su turno, pero le seguía preocupando el tipo de mantenimiento, no le agradaba nada, era como si tramara algo, pero en el andén no lo vio, aunque había demasiada gente, quizás ya se abría ido, eran las ocho de la mañana, de pronto llamo su atención una especie de caja pegada a las vías, emitía una pequeña luz intermitente, se preocupo, eso no estaba allí al cerrar ayer, la idea de una bomba le paso fugazmente por la cabeza, pero la ignoro enseguida, esa “caja” podría ser cualquier cosa, quizás era algo del internet que había en el metro o se le había caído a alguna persona, aunque la caja no le daba buena espina, quizás si bajaba rápido e intentaba tomarla, tal vez pudiera ver que era, empezó a caminar por el andén en dirección a la entrada del túnel, pegado al muro para evitar todo el tumulto que armaba la gente al querer subir primero al vagón cada que llegaba un tren, se detuvo, había otras 3 cajas iguales a la primera a lo largo de las vías, la idea de la bomba regreso a su mente, de pronto vio al empleado de mantenimiento pero ahora ya sin su traje de una pieza, caminaba por el andén, y al llegan a uno de los accesos dio vuelta, pudo ver que en la cintura, por la parte de atrás, llevaba un revólver, sintió una mariposa de hielo que le revoloteaba en el estomago, en una de sus manos llevaba una especie de puro oscuro con un botón blanco en uno de sus extremos. De pronto lo supo, sus temores se vieron confirmados, ya no necesitaba más pruebas.
- ¡¡hay una bomba!! ¡¡Hay una bomba en el andén!!- grito, pero la enorme multitud que se congregaba en el andén solo lo miro, pero no se movió, algunos ya ni siquiera le prestaban atención, se desespero por la estupidez de la gente. desenfundo su arma y corrió escaleras abajo para pasarse al otro lado del andén, al llegar encontró al empleado de mantenimiento a unos pasos del andén,  ocupando una de las mesas de una especie de cafetería, estaba sentado, fumaba, en la mesa descansaba el revólver, miraba con detenimiento la mesa de enfrente y al parecer susurraba algo, ¿el revólver de la mesa se había movido?, no, debió de ser solo su imaginación, le apunto con su pistola, el corazón le latía con violencia, la manos le temblaban ligeramente y deseo haberse ido a su casa en lugar de quedarse a investigar ese presentimiento.

La alarma de su reloj sonó, eran las 8 am, se desperezo, se levanto, se estiro y se quito el uniforme amarillo, estaba algo nervioso, tenía confianza en que la gente no se hubiera dado cuenta de las cajas, camino por el andén, doblo a la derecha y vio una especie de café, camino hacia allí. Se sentó en una mesa, saco un cigarrillo y lo encendió, la empleada se acerco para decirle que apagara su cigarro, pero cuando Luis la vio, saco el revólver que llevaba en la cintura y lo puso en la mesa, la empleada se detuvo y despacio regreso por donde había venido. Ahora lo asaltaba la duda, ¿realmente iba a matar a todas esas personas?, miro hacia el andén, había mucha gente, oficinistas, obreros, familias, estudiantes e incluso una tropa de boys scout, se sentía triste y empezó a preguntarse si había valido la pena todo lo que había hecho hasta el momento, al levantar la vista vio a Ciel en la mesa de enfrente, llevaba un vestido largo de seda, color rojo,  que se le adhería a su figura de una manera seductora, con una orquídea negra en el pecho del lado derecho,  lo miraba preocupada.
 -¿que estas esperando?, ya casi terminas, solo tienes que apretar el botón y estaremos juntos-, Luis la miro a los ojos y todas sus dudas se dispararon.
 -¿pero cómo? ¿Cómo es que podremos estar juntos? ¿Cómo podre estar contigo? ¿Cómo es que al fin podre tocar tu rostro?-, ella lo miro y sonrió.
 -creo que ya sabes cómo ¿no mi amor?-, y levemente empujo el revólver hacia él, al mirarla sonreír todos sus miedos se disolvieron,  levanto la mano en la que tenía el detonador.
-¡¡¡Arriba las manos!!! Deje eso en la mesa y levántese lentamente, no intente nada o disparo-, el policía vio que atrás del tipo de mantenimiento ya se acercaba otro policía, solo tenía que darle tiempo a que llegara, ya le faltaba poco, muy poco.
Luis miro sorprendido al policía, como si no entendiera por que le apuntaba con su arma, aun así apretó el botón.
 - acabo de apretar el detonador de varias bombas que están por toda la estación, estas bombas tienen una carga explosiva junto con cianuro liquido, si yo suelto este botón, toda esta buena gente se muere, así que si quiere dispararme hágalo-, tomo lentamente el revólver de la mesa, lo miro deleitándose con su fría belleza y sé apunto en la sien, miro a Ciel, ella se levanto y camino despacio hacia él, se paró de puntillas y acerco su boca a la suya  lentamente para besarlo, Luis sonrió, lloraba, por fin había acabado, por fin todo había acabado, por fin estaría con Ciel.
 -quizás comenzó esa tarde en el café- se dijo aunque nunca lo supo, se preparo para jalar el gatillo.
Luis cerró los ojos
 El policía que venía detrás de él salto hacia la mano que tenía el detonador.
 El policía que le apuntaba solo contuvo la respiración.
Y el sonido de un disparo se extendió por toda la estación.

San mateo ixtacalco, edo. De mexico, 13 de septiembre del 2011 

maeve


Maeve
Por samael mayfair linoge




Estaba sentada en un sillón blanco de una plaza, solo vestía un largo camisón de seda verde, tenía las piernas levantadas y las rodillas junto al mentón, se abrazaba a sí misma. Temblaba aunque ninguna ventana estaba abierta, algo le decía que esa noche él vendría, era como un miedo acechante dentro de ella, solo basto una mirada a la ventana y ver el cielo nublado para saber que él vendría, ahora solo tenía que aguardar a que se presentara y tratar de resistir lo más posible aunque cada vez él se volvía más fuerte y cada vez le costaba más resistirse, una lagrima resbalo por su mejilla. Había empezado  justo en su doceavo cumpleaños. Primero pensó que era su imaginación pero conforme pasaba el tiempo iba empeorando, ya no podía hacerle callar, su interminable cuchicheo no le daba tregua, no la dejaba ni de noche ni de día, contando historias y haciendo observaciones sobre ella y todos sus fallos.
En consecuencia era una niña muy retraída, le costaba socializar, los niños se alejaban de ella y la llamaban loca o bruja. Desde muy pequeña había quedado huérfana, pasó un tiempo en un hospicio, hasta que la adoptaron, sus padres adoptivos eran maestros de la universidad local, decidió guardar silencio respecto a su problema, aunque a veces la delataban los gritos a mitad de la noche debido a las pesadillas. Había largos periodos de tiempo (a veces de años) en que podía llevar una vida tranquila, en que el silencio volvía, pero él siempre acababa regresando y cada vez se quedaba más tiempo, cada vez gritaba más fuerte.

Se encontraba sola en la habitación del hotel, sus padres habían ido a la presentación del último libro de su padre, se levantó y camino lentamente hacia las puertas de cristal que daban a la terraza, de pronto oyó su risa metálica, era un sonido como la de una hoja de metal oxidada al ser afilada, era su carta de presentación. La oyó retumbar por toda la habitación, ella sólo cerró los ojos y apretó los dientes, ya sabía lo que vendría a continuación, oyó la voz detrás de ella, como si estuviera sentado en el sillón que ella acababa de dejar.
-¿otra vez contemplando la noche? ¿Otra vez sola? Ja ja ja ja ja qué patética criatura debes de ser para estar siempre sola, ¿no te parece? ¿Cuántos años tienes? ¿15? Y sigues sola, las chicas de tu edad tienen planes para los sábados en la noche, con sus amigos, con su novio… pero tú no tienes nada de eso ¿verdad?, no, tú no, tu estas sola, siempre sola, una apestada de la sociedad, estás rota, nadie te quiere cerca y nadie te querrá jamás-
Ella abre los ojos y traga saliva, tiene un sabor metálico en la boca y en el estómago siente la mordida helada del miedo. No le replica, sabe que es inútil, sólo debe aguantar hasta que pase. Comienza a rezar, es apenas un balbuceo vacilante, una forma de resistir, de defenderse, de protegerse. El lanza una risotada y de pronto la aplasta contra el cristal, sometiéndola, puede sentir su frio y repulsivo  aliento cuando le habla al oído.
-vamos, no nos engañemos, sabes que estás sola, tu dios no existe, ¡está muerto!, ustedes lo mataron hace mucho y aunque existiera ¿qué te hace pensar que le importarías? Tú, mocosa patética y estúpida que no tiene nada que ofrecer a nadie, estas vacía. No puedes detenerme ni con vinos, ni con juramentos, oraciones o medicinas, no puedes detenerme, pero aun así lo intentas, intentas ahogar mi voz pero no puedes, la tuya es muy débil, ¡¡deja ya de pelear!! ¿Crees que tus padres te quieren? Vamos, ambos sabemos que sólo te tienen aquí por lastima, ¿qué otra cosa podrías llegar a inspirar? sino lastima y asco, si, tú lo sabes tan bien como yo, puedes verlo en sus ojos, cuando te sonríen o te dan los buenos días, ves el asco en su mirada, ¿no es cierto? jajaja pobre niña idiota. Pero ¿por qué te obligas a soportar esto? ¿por qué no escapas de una vez de esta mierda? ¿eh? Vamos es muy simple, sólo abre la ventana, vamos, ábrela lentamente, deja que el aire nocturno te toque, huele la noche y sal, vamos sal…-

Mira con gesto dubitativo el tirador de la puerta de cristal, trata de pensar pero él no deja de repetir que salga, pone una mano que apenas siente en el tirador, jala y con un susurro sordo la puerta se abre y el viento helado de la noche la envuelve en fragancias de metales oxidados. Está descalza, camina lentamente hacia la barandilla de mármol, sintiendo las placas de áspero cemento bajo sus pies. Está en un quinceavo piso, tiene una vista privilegiada de la ciudad pero apenas le hace caso, se pone de puntillas y mira por sobre la barandilla, hacia abajo, hacia el abismo. Y con un leve estremecimiento siente como él le acaricia el pelo, metiendo los dedos entre su cabellos y de pronto lo jala hacia abajo produciéndole un aguijonazo de dolor y haciendo que levante el rostro, mientras dice con embeleso.
-vamos, hazles un favor, se los debes, ellos te sacaron de esa pocilga en donde vivías, en donde los niños te molestaban, solo hazles un favor, vamos, sólo uno. Líbralos de tu existencia, de tu carga, libéralos del asco que es verte cada mañana. Vamos, sube a la barandilla, vamos tú puedes, demuestra que una basura tan patética como tú por lo menos puede hacer eso-
Ella mira hacia atrás, hacia la habitación, hacia su vida, pero el jala más fuerte, haciendo que vuelva a levantar el rostro abriendo la boca en un gesto de dolor sin sonido. Siente la caricia lacerante de su garra en su mejilla, soporta el dolor de la herida sin emitir quejido alguno, mientras siente la sangre manar lentamente. no lo ve, pero sabe que sonríe.
-¿qué es lo que piensas zorra? ¿En regresar? ¿Para qué? ¿Regresar a qué? No tienes nada que te vincule, nadie te quiere y nadie te quiere cerca, no tienes novio y nunca lo tendrás porque nunca le gustaras a ningún hombre y porque habrías de gustarle a alguien, por favor, solo mírate, eres repulsiva con tu cuerpo deforme. Cualquiera se avergonzaría de estar a tu lado. Vamos, libérate y libéralos a todos, solo sube a la barandilla, demuestra que por lo menos vales para algo, vamos, sube, sube, ¡¡sube!!-
Ella se estremece al oír su rugido, está llorando, las lágrimas corren heladas por su mejilla, solloza débilmente, casi en silencio como cualquiera que está acostumbrado al abuso.  Pone sus manos en el frio mármol de la barandilla y con un leve esfuerzo sube a ella, con un miedo cada vez más creciente, con un estremecimiento que le recorre todo el cuerpo se pone de pie lentamente, usando sus manos para intentar equilibrarse, a un paso del abismo. Mira hacia abajo y siente el vértigo que hace que la distancia entre su terraza y el pavimento de la calle se triplique, aún llora, tiembla sin poder controlarlo. Mira hacia la ciudad con su infinidad de luces como si fuera una enorme criatura que a su vez la observara, abre lentamente los brazos, comienza a respirar más rápido, mira el cielo nublado y casi negro. Él emite una risita  de satisfacción.
- vamos solo da un paso hacia adelante, vamos, estas tan cerca, solo un paso para ser libre, libéranos a todos de tu asquerosa presencia, vamos lánzate y se una mártir o ¿es que acaso quieres seguir sufriendo? Despertándote cada día pensando que sería mejor si estuvieras muerta, no vales nada, no has hecho nada importante, así que, ¿qué más da si saltas?, solo serás una mancha en el pavimento que se apresuraran a limpiar y lo harán gustosos solo para por fin librarse de ti, vamos, a llegado la hora, lo sabes en el fondo de tu alma, no puedes huir ya, eres diminuta, no eres nada, solo una jaula oxidada que no puede retenerme. Vamos salta, ¡¡¡salta!!!...-
Él le chilla al oído pero ella no puede dejar de mirar el cielo y en esa negrura como la brea ve un punto más claro, un punto por el que comienza a atravesar la luz de la luna. La luz comienza a desgarrar las mismas nubes haciendo un claro por el cual puede verse la luna llena, plateada y majestuosa. La mira extasiada, la voz de él comienza a apagarse y en cambio comienza a escuchar una suave tonada, oye la dulce voz de una mujer cantando y ya nada más importa, todo se desvanece y solo importa la canción que nunca había oído pero que conoce bien, como si la hubiera escuchado toda la vida, -maeve…- dice apenas en un susurro, sonríe. Él se estremece al oír el nombre. Ahora está claro para ella, todos esos años de molestarla cada minuto, cada día, tratando de que se quitara la vida, en todas las formas posibles, ahora sabe por qué él lo hacía. Se yergue sintiéndose tranquila, segura, purificada. mira hacia abajo pero ahora no tiene miedo, da la vuelta y de un salto baja de la barandilla de mármol, él le grita insultándola, tratando de intimidarla con la potencia de su voz, pero ella detecta la incertidumbre y su sonrisa se ensancha, él se enfurece he intenta arremeter contra ella. Así que se para altiva y lo encara, casi puede verlo, alcanza a ver esa distorsión en el aire cuando el trata de embestirla y en un impulso salvaje le da un puñetazo, que le da de lleno en la mandíbula y lo hace pararse en seco, es casi como si hubiera golpeado el aire. Se mueve con una gracia antigua y desconocida, lanza su mano hacia adelante y lo toma por el cuello, está agarrando el vacío, aun así lo acerca hacia si hasta tenerlo cara a cara y casi puede verlo, casi puede ver su sorpresa, su miedo.
-pequeño bastardo hijo de perra, parasito idiota, eres tan débil que nunca pudiste hacer el trabajo por tu cuenta, así que solo vienes a tratar de que yo haga tu trabajo sucio, ni siquiera eso pudiste hacer bien, ahora ya no te temo, se porque querías que me matara, ahora lo sé, me temes, siempre lo has hecho y haces bien. Ahora regresa a donde sea que hayas salido y diles a los otros que estaré aquí, esperándolos, ya nos les temo, ya nunca volveré a tener miedo. Peleare por mí, no volveré a bajar la cabeza, no volveré a derrumbarme, a hundirme por los fracasos que tenga, ahora serán retos a vencer, se lo fuerte que soy y eso es lo único que importa. Pobre de aquel que quiera ponerse en mi camino por que la próxima vez no seré tan benévola-
Lo suelta y oye como se desploma en el suelo chillando de dolor, de humillación.
 –¡¡¡pagaras por esto!!! maldita mujerzuela, zorra estúpida, lo pagaras, valla si lo harás, suplicaras, lo harás, lo harás…- ella da un paso hacia él y de pronto siente como se desvanece como un suspiro en la oscuridad. Entra en la habitación, cerrando tras de sí la puerta de cristal, suspira, sus piernas se niegan a sostenerla y cae de rodillas, tiembla y llora pero esta vez es de alivio. Se queda un momento allí tendida, dejándolo salir, cuando se siente lista se levanta, se mira en un espejo cercano y sonríe, se quita el camisón y camina lentamente hacia el baño, necesita una ducha, así se limpiara, se purificara y se sentirá mejor, mientras prepara la ducha silva una tonada que la reconforta, aunque no recuerda donde  la oyó.


el creador


El creador
Por samael mayfair linoge

Introducción

El escritor estaba sentado en la terraza de un pequeño restaurante del centro, tenía ante sí una humeante taza de café. Estaba leyendo, devoraba cada palabra con un hambre insaciable, la historia era muy buena, se desconecto del mundo, dejo de oír los sonidos propios de la calle y del café, estaba inmerso en la historia, viéndola con el ojo de la mente, deleitándose con esa extraña sensación de arrobamiento, de total abstracción que le invadía cuando leía una buena historia. De pronto un gato negro salto a la mesa, olio su café, se sentó y lo miro fijamente. Bajo el libro, mirando con sorpresa y curiosidad al gato. Tenía los ojos amarillos con la pupila negra, pero sus ojos eran… diferentes,  en especial el iris, era como si vibrara, acerco su rostro al del gato para ver sus ojos con más detalle. Comenzó a ronronear, los ojos del gato se hicieron más y más grandes, podía ver el iris con más detalle y se dio cuenta con oscura fascinación que su iris amarillo era de fuego y de este salían los cuerpos hasta el torso de muchas personas que se retorcían en una interminable agonía, casi podía oír sus gritos, sus incontables gritos. Era como si estuviera viendo el mismo infierno, se percato que oía una voz femenina cantando una sórdida canción, podía sentir el calor del fuego y ver los ojos ciegos de los miserables en su agonía. El gato se volvió, rompiendo así el extraño hechizo que lo envolvía, una mesera se acerco para quitar al gato de la mesa, mascullando una disculpa, este, al verla, erizo el pelo de su lomo y bufo mostrándole los dientes, la mesera se detuvo en seco, abriendo los ojos como platos, levantando las manos a la altura de la cara intentado protegerse de un ataque inminente, el escritor estaba asombrado, viendo como el gato mostraba cuan peligroso podía llegar a ser, pero incluso en ese gesto de defensa había algo diferente y al parecer la mesera también lo notaba, por eso retrocedía lentamente con el rostro desencajado por el miedo. Todos los demás clientes del restaurante los miraban, se levanto, dejo dinero en la mesa, tomo al gato que se acurruco dócilmente en sus brazos y se fue del café rápidamente.

Estaba en la sala de su apartamento, sentado en un sillón de respaldo alto, masajeaba su barbilla con gesto pensativo mientras veía al gato. Este estaba explorando el lugar, oliendo todas las Cosas, recorriendo todos los espacios.
-mmm ¿de dónde saliste?- pregunto intrigado el escritor.
El gato al oírlo se detuvo, como si hubiera recordado de pronto su existencia y lo volteo a ver, lentamente se acercó y de un salto llego hasta el descansa brazos izquierdo y allí se sentó. Lo miraba directamente a los ojos. Comenzó a ronronear y sus ojos se fueron haciendo cada vez más grandes, llenándolo todo. Vio de nuevo ese círculo de fuego líquido, lleno de almas quemándose, podía sentir el fuego abrazador mientras se iba acercando, pero acabó siendo atraído por el inmenso pozo negro de la pupila, comenzó a sentir mucho frio, cayo dentro de la helada brea negra y se fue hundiendo, lenta y pesadamente, trato de luchar hasta el último instante pero todo fue en vano, de pronto todo fue oscuridad.




1
La prisión

Lo despertó el frio, estaba tendido en el piso de lo que parecían ser adoquines de piedra, le dolía todo el cuerpo como si le hubieran dado calambres, se levantó lenta y pesadamente, estaba desorientado, no recordaba donde estaba ni como había llegado allí.

Estaba en una habitación cuadrada, sumida en la penumbra, estaba vacía y la puerta estaba medio abierta, era una gruesa y pesada puerta de hierro. Aun en la oscuridad pudo distinguir débilmente unos profundos arañazos en su cara interior. No podía dejar de temblar. Al parecer estaba en una especie de celda, camino lentamente hacia la puerta y salió de la habitación, estaba en el final de un estrecho pasillo flanqueado por puertas parecidas a la suya, olía a humedad, a tierra y había un profundo olor a podredumbre, hacia frio, mucho frio.  Camino arrastrando los pies. Al llegar al primer par de puertas, abrió la de la derecha, la imagen dentro le hizo estremecerse, uno de los rincones estaba lleno de sangre, pero la mancha estaba algo rara, era como si una bolsa llena de sangre hubiera explotado, sobre el suelo había pequeñas porciones de lo que parecía ser carne, algunos gusanos se arrastraban por el piso. Cerró la puerta y trato de contener el vómito, la puerta de la izquierda estaba cerrada, pero al tratar de abrirla pudo oír el sonido suave de un cuerpo al arrastrarse, continuo caminando con los brazos cruzados para intentar darse algo de calor, llego al siguiente par de puertas, la de la derechas estaba hecha pedazos, como si la hubieran reventado desde adentro, se asomó hacia adentro de la celda, las paredes estaban llenas de lo que parecía ser escritura, al verla le recordó a la cultura sumeria, las paredes estaban escritas con pintura roja o quizás fuera sangre, de eso no estaba muy seguro. Entro en la celda, no había ni un solo espacio libre de escritura, si tan solo pudiera leerla.

Los ojos comenzaron a arderle, le dolía la cabeza, era un dolor intenso, pero así como llego, ceso, al volver a ver las paredes descubrió desconcertado que la escritura era más legible, hasta podía leerla, trato de buscar el inicio y lo encontró en la parte superior izquierda de uno de los muros. Comenzó a leer.

Año de nuestra señora blanca 1587.
Al despertar no sabía en donde me encontraba o como había llegado aquí, pero después fui recordando, los engendros me secuestraron. Llegaron al anochecer, las personas de mi aldea regresaban después de un largo día de labores en el campo, la cena en la mayoría de las casas se ponía al fuego mientras los campesinos descansaban, entonces llegaron los engendros, eran demasiados, como si fueran un enjambre de insectos. Atacaron a todos, casa por casa, descuartizando a mujeres y niños. A algunos nos apresaron y nos apartaron a una colina cercana. Nos hicieron esperar mientras veíamos arder nuestra aldea, mientras veíamos morir a nuestra gente. Después de que arrasaron la aldea nos llevaron arrastras a otras aldeas cercanas, repitiendo el mismo patrón, destruir, despedazar y apresar a algunos, después tomamos camino hacia el oeste, hacia el gran mar.

Nunca había visto el gran mar, era tierra prohibida. Caminamos durante días, conforme nos fuimos acercando, podíamos oír el rumor lejano del mar, era horrible, como una gran bestia respirando, había olor a sal en el aire.
Por fin lo vimos, nunca había vista nada más majestuoso en mi vida, era tan hermoso y a la vez tan aterrador. El agua era de color verde botella, el cielo estaba nublado y al mar lo cubría una densa capa de niebla, se sentía mucho frio, el mar en si era hermoso, la niebla era la que inspiraba terror.

Llegamos a una solitaria playa de fina arena blanca, la arena parecía ceniza, comenzó a caer una ligera llovizna. En la playa había un bote al que nos hicieron subir, y algo más lejos  se veía un gran barco, lo conozco por las ilustraciones que he visto en libros y por los cuentos de los viejos a los que les he prestado atención. Nosotros tuvimos que remar hasta el barco, este era de una madera ennegrecida por el tiempo con algunos tonos de verde debido, me supongo, al musgo. Las velas eran negras con una serpiente roja en el centro, tenían los bordes algo desgarrados por el tiempo. Abordamos y rápidamente nos replegamos en un pequeño grupo. El barco estaba lleno de monstruos, seres malditos como no se había visto en siglos. Uno de ellos se acercó a nosotros, comenzó  olernos y de pronto tomo a un joven de no más de 15 años y lo arrojo a la multitud gritando, -¡¡¡hay tienen la cena!!!- los monstruos le cayeron encima peleándose por obtener un pedazo de él como cuervos alrededor de un cadáver, nos metieron violentamente a una mazmorra donde nos dejaron por días, de vez en cuando bajaban por alguno de nosotros para alimentar a la tripulación. Algunas veces parábamos cerca de la costa y nuevos prisioneros se nos unían. Nos alimentaban  con un guiso nauseabundo que temíamos fuera hecho de nuestros compañeros caídos, pero al final el hambre nos hacía comer. Al fin después de mucho tiempo de viaje, nos sacaron a cubierta, estábamos frente a una isla, estaba sumida en la oscuridad, había una inmensa y siniestra nube sobre ella, de la cual algunas veces caían rayos. Nos metieron en varios botes y remando fuimos hasta ella, en el camino pude ver enormes criaturas en la lejanía, aunque creo que eran delirios debido al estrés de vivir esa pesadilla.

Llegamos a la isla, el suelo estaba cubierto de oscuras cenizas, y profundas grietas, caminamos por horas, cada vez más adentro, hasta que llegamos a un páramo rodeado por cadenas montañosas y al final de este había unas ruinas. Faltaba poco para llegar a las ruinas que estaban en un acantilado cuando se oyó un sonido que atravesó todo el páramo, era parecido a un aullido o al sonido de un cuerno de batalla. De las grietas del suelo empezó a salir una espesa niebla que nos inspiraba una desmedida repugnancia. No pudimos evitar el correr hacia las ruinas, mientras los monstruos solo reían, a los más rezagados de nosotros, a los que toco la niebla, solo los vimos desaparecer entre gritos de terror, eran jalados hacia atrás por algo parecido a una cuerda o un tentáculo, se los tragaba la niebla y solo oíamos sonidos de mordidas. Al cerrar los ojos aun puedo oír sus gritos

Fuimos arrastrados hasta un enorme edificio de piedra tallada, el edificio era más alto que el árbol más alto que yo hubiera visto, quizás era lo que los viajeros llamaban “castillo”, al llegar a la enorme puerta de hierro, esta comenzó a bajar entre rechinidos. Empecé a sentir mareo y cansancio, mucho cansancio. Me percaté de que una mujer estaba cantando, ¿pero cuánto llevaba cantando? No lo sabía y tampoco sabía porque no me había percatado de su voz hasta este momento, mis piernas empezaron a fallarme y caí cuan largo era, luchaba por mantener mis ojos abiertos pero era una tarea casi titánica, la puerta acabo de bajar y lo único que alcance a ver antes de perder el conocimiento fue una mujer con un vestido rojo que ondeaba aunque no percibía viento alguno.

Desperté en una especie de celda con otras cuatro personas, nos dejaron allí dos días, sin alimento y sin agua, hablábamos poco, todos estábamos preocupados por nuestro futuro. Algunos decían que nos esclavizarían, otros que nos obligaría a unirnos a su ejército, pero hasta donde yo sabía no estábamos en guerra, las guerras había acabado hace mucho, antes incluso que yo naciera. Otro decía ser un viajero, que estaba en mi aldea solo de paso por esa noche, estaba terriblemente asustado ya que se corrían rumores de que había un grupo de personas que se adentraba en el desierto a hacer “extraños ritos” para despertar “ciertos poderes”, lo preocupante era que se tenía la sospecha de que realizaban sacrificios humanos, su historia nos hizo sumirnos otra vez en el silencio mientras oíamos gritar y hablar a otros en celdas vecinas.
 Al segundo día vinieron por nosotros. Enormes monstruos parecidos ya solo vagamente a hombres, nos llevaron por el pasillo hacia una enorme escalera de caracol tallada en piedra que descendía hacia la oscuridad, bajamos peldaño a peldaño amedrentados por garras y gruñidos, he iluminados por antorchas de un corrupto fuego verde enclavadas en las paredes. Bajamos por mucho tiempo, algunos empezaron a quejarse, hasta que uno de los monstruos arrojo a uno de ellos al vacío y después de un largo grito oímos como se estrellaba en el fondo, los monstruos al oír esto parecieron reír de manera grotesca, ya nadie se quejó. Por fin llegamos al fondo de las escaleras donde estaba el cuerpo destrozado de nuestro compañero, lo miraron, algunos con terror, algunos otros con envidia porque para él la pesadilla ya había acabado y nosotros aun no sabíamos que nos deparaban estos monstruos, el ambiente estaba muy viciado, olía a humedad y polvo, pero sobre estos, nos llegó casi como una bofetada, el horrible olor de la carne descompuesta, todos nos tapamos la nariz tratando de escapar de aquel hedor pero era inútil, ya que parecía atravesar la piel. En una de las paredes del enorme pozo por donde habíamos bajado estaba una inmensa puerta de  metal negro, con muchas figuras talladas, eran persona que sufrían, -las puertas del seol- pensé, uno de nuestros guardias abrió la puerta con una llave que llevaba sujeta al cuello, al abrir la puerta llegamos a un enorme sótano, debía ser más grande que toda mi aldea, en la parte central, en el piso, estaban pintados extraños símbolos ajenos a todo cuanto yo allá visto. Un viejo que estaba con nosotros y en el cual yo no había reparado hasta ese momento no paraba de decir, -¡quieren traerla de vuelta!, ¡quieren traerla de vuelta!-, -¿a quién?- pregunte pero el viejo no pareció escucharme seguía hablando aunque ahora ya solo era un susurro incesante…

La escritura continuaba más abajo aunque había cambiado bruscamente

No puedo continuar con mi relato de lo ocurrido aquí, simplemente mi mente se nubla al tratar de recordar algo, solo entre logro ver en mi mente fragmentos aislados de lo que quizás paso allí, a veces veo sangre corriendo por el piso, oigo gritos de agonía y veo algo gestándose, moviéndose en el centro de los extraños símbolos en el piso. Tengo miedo de dormir, las pesadillas me abrazan apenas cierro los ojos y son terribles, no durare mucho así, ahora puedo entender por qué algunos prefirieron el suicidio a este martirio, aquí pasa algo malo, algo terrible y esas criaturas quieren invocarlo, traerlo de vuelta de donde sea que “eso” anide y le pido a la diosa que fracasen, pues traerán la ruina sobre todos los pueblos de la diosa, sobre toda la tierra de ciel.

Una vez más la escritura cambio pero ahora había cambiado el tipo de letra.

Me trajeron hace unas horas, fui arrancado de mi aldea por unas criaturas salidas de una pesadilla, al llegar a este enorme edificio me desmaye cuando su enorme puerta comenzó a bajar y desperté aquí, en esta sucia celda, al parecer no fuimos los primeros en ser traídos aquí, según pude averiguar con los otros prisioneros. Según ellos, los prisioneros no duran mucho, al traerlos los dejan en estas celdas por un par de días y esas criaturas parecidas vagamente a hombres se los llevan en grupos pequeños, y no regresan, salvo el, dicen que es él que más tiempo lleva aquí. Leí su relato escrito arriba y al parecer uso su propia sangre para escribirlo, tiene los dedos destrozados, aunque me pareció buena idea escribir lo que nos pasa, ya no para encontrar ayuda, pues eso es algo que al parecer nunca tendremos, sino para prevenir de su futuro a los nuevos prisioneros que traigan y para pasar el tiempo. Algo debió de haber pasado en ese sótano “el” como todos lo llaman solo está sentado recargado en uno de los muros, no lleva camisa y parte de su cara así como todo su pecho están cubiertos de sangre seca, dicen que después de subir comenzó a escribir su historia después dicen que se desmayó y tuvo una pesadilla ya que despertó gritando, al parecer se había hecho pequeños cortes en las yemas de los dedos (como estoy haciendo yo ahora) para escribir su historia pero al despertar de su desmayo se mordió los dedos brutalmente y comenzó a escribir con violencia, después solo se sentó allí a murmurar cosas inentendibles y de vez en cuando se muerde los dedos hasta hacerlos sangrar.

“El” me tiene con los nervios de punta, no para de mirarme, ha dejado de murmurar y de mordisquearse los dedos, ¡¡solo me mira!! Es mi imaginación o ¿las pupilas se le están poniendo negras?, ahora respira ruidosamente apretando los dientes y gruñendo levente, ¿qué demonios paso en ese sótano? 


Dejo de leer, un ruido lo saco de concentración, era como una especie de rechinido, continuo y monótono, se asomó vacilante por la abertura de la puerta pero no oyó ni vio nada, salió con cautela, reviso la puerta de la izquierda, la que quedaba justo en frente de la puerta de la historia, al parecer era de allí de dónde provenía el sonido. Al abrirla se estremeció presa del terror, dentro había muchos cuerpos colgados de ganchos, sujetos con cadenas del techo, por lo que podía ver muchos de los cuerpos ya estaban en un avanzado estado de descomposición y uno de ellos, se balanceaba del gancho lentamente, como si alguien lo hubiera movido se dio media vuelta y corrió con un grito desgarrándole la garganta que intento y milagrosamente pudo contener, salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí, estaba de nueva cuenta en el pasillo.
Se metió otra vez al cuarto con las paredes escritas, se paseó un rato por la habitación tratando de calmarse, aun no recordaba como había llegado allí o donde estaba. oyó el sonido de una vieja puerta al abrirse, el miedo hizo presa de él y se re pego a una de las paredes, escuchaba pesados pasos que se dirigían hacia él, algo se detuvo frente a su puerta, por las grietas de la puerta solo pudo ver unas pesadas y sucias botas de trabajo oía una ruidosa respiración, la criatura abrió la puerta frente a la suya y entro, se oyeron algunos ruidos raros, después volvió a oír las pesadas pisadas y el ruido de algo arrastrándose, vio salir a la criatura y detrás de ella pudo ver que arrastraba con un gancho uno de los cuerpos, se llevo una mano a la boca para tratar de detener un grito, al darse cuenta que el cuerpo aún estaba con vida, pues este levanto lentamente el rostro, hasta que lo vio directo a los ojos. Cerró los ojos y espero hasta que oyó como volvía a cerrarse la puerta.

Se levantó lentamente apoyándose en la pared, las piernas le temblaban y se negaban a sostenerlo, el cuerpo que la criatura arrastraba no podía estar vivo, eso debió imaginarlo debido al estrés mental de la situación. Salió lentamente de la habitación en la que estaba, y continúo recorriendo el pasillo ignorando ahora las puertas que lo flanqueaban, en el piso de adoquines se podía distinguir el rastro de sangre que había dejado el cuerpo al ser arrastrado.

Llego al final del pasillo, ahora solo tenía dos opciones ir por la puerta de la izquierda por donde iba el rastro de sangre o ir por la puerta de la derecha, miro ambas puertas y al final decidió ir por la de la derecha, atravesó la puerta y llego a un enorme túnel de adoquines, abovedado, con el suelo de tierra. Debía medir unos quince metros hasta la parte más alta del techo. Apestaba, había un penetrante hedor que parecía inundar todo el túnel, los adoquines parecían emitir un débil brillo de un color verde sucio y parecían cubiertos de una especie de sustancia parecida a la glicerina. Y ahora se encontraba con el mismo problema, había dos direcciones a donde podía ir, izquierda o derecha, se tapó la nariz con la mano aunque el fétido olor parecía penetrar la piel. En ese momento comenzó a oír el débil sonido de canticos acompañados de tambores del lado izquierdo, pero había algo de impío y repulsivo en esos sonidos así que decidió ir por el lado derecho. Camino a paso rápido tratando de dejar atrás los desagradables canticos, a los costados del túnel, encontraba otros túneles que iban en distintas direcciones como si fueran ramificaciones del túnel principal por donde él iba, decidió no internarse en estos ya que sería fácil perderse y al parecer esa red de túneles debía ser inmensa. De pronto oyó un sonido detrás de él, se detuvo en seco, tratando de agudizar su sentido del oído para ver si lo volvía a escuchar, pasaron unos instantes y ya cuando pensaba que posiblemente lo había imaginado volvió a oírlo, era el sonido como de algo deslizándose por una superficie húmeda, algo que se arrastraba y recordó la sustancia viscosa y transparente que cubría todo el túnel. Podía oír como el sonido se iba acercando a donde estaba y al parecer debía ser algo enorme,  su mente comenzó a imaginarse que extraña criatura podía estar produciendo ese sonido, que ahora estaba acompañado de una especie de bufido semejante a una respiración. Lo invadió el terror, comenzó a correr sin voltear hacia atrás emitiendo pequeños chillidos, hasta que llego a un enorme arco de piedra que parecía ser la boca o entrada del túnel. Detrás de este había un enorme pozo de quizás treinta metros de circunferencia y el inicio de una enorme escalera de caracol tallada en piedra que descendía flanqueando el pozo. Se asomó al pozo pero la profundidad se perdió en la negrura, volteo hacia atrás y vio a lo lejos algo enorme moviéndose a una velocidad aterradora, comenzó a descender por la escalera, tomo una antorcha de un extraño fuego verde que estaba enclavada en el inicio de la escalera y comenzó a bajar casi corriendo los escalones, pegado a la pared para no ser presa del vértigo de la altura, aun podía escuchar el sonido de esa “cosa” al moverse y los bufidos entrecortados que al parecer eran su respiración.

Llevaba bajando ya bastante tiempo incluso se había parado a descansar dos veces, pensó en regresar pero el solo recuerdo de la cosa allá arriba lo hacia desistir, así que continuaba bajando y a medida que lo hacia el aire se tornaba más pesado y el hedor parecía hacerse más fuerte, he incluso el frio parecía aumentar, aun así continuo bajando principalmente motivado por una impía curiosidad debido a lo que había leído en la celda, quería ver que había en el sótano.

Por fin llego al fondo, pero se detuvo, presa del terror, cuando ya solo faltaban unos metros para llegar abajo. En el fondo del pozo, en la parte central, había un inmenso capullo, casi del ancho del pozo, estaba cubierto por una sustancia viscosa que parecía una telaraña, termino de bajar y se acercó curioso con un miedo creciente en su interior, hasta que estuvo enfrente del extraño capullo y en contra de todo lógica, lo toco. Puso su mano sobre el capullo y pudo sentir aterrorizado la vida que había dentro, pudo sentirla latir, revolviéndose dentro. Trastabillo hacia atrás asustado, pensando que irremediablemente se caería, cuando una puerta detuvo su caída, se dio media vuelta al sentir la extraña superficie y se quedó sin palabras. Estaba ante una enorme puerta de metal negro de doble hoja, adornada con múltiples figuras de personas en agonía, parecía como si estuvieran hundidas hasta el torso en el metal de la puerta y estaban hechos hábilmente, ya que se podía apreciar los detalles de cada rostro, de cada mano, casi parecía que se movieran y sobre la puerta estaba la figura tallada de lo que parecía un demonio devorando un cuerpo. Su mano obedeciendo al parecer un impulso propio se posó en el tirador de la puerta, se sentía caliente, agradablemente caliente y abrió la puerta, una luz rojiza lo inundo todo y sin dudarlo un solo instante entro. La puerta se cerró tras de el con un leve chasquido.

Tuvo una sensación de caída, algo parecida a un escalofrió cuando despertó, estaba tendido en el piso, boca arriba y al despertar se incorporó hasta quedar sentado. Estaba en su habitación, tenía frio, mucho frio, no podía parar de temblar, se levantó lentamente y fue hasta su cama tiritando, se cubrió con varias cobijas pero el frio no lo abandonaba por completo he imagino que quizás ahora ya no lo abandonaría nunca. Paso el resto de la noche en vela, no podía cerrar los ojos, no quería hacerlo, pues apenas los cerraba horribles pesadillas lo invadían.





































2
Respuestas

Llevaba varios días sin salir de su casa, trataba de recuperarse de la extraña experiencia que había vivido, trataba de olvidarla. Aunque se decía que solo debía ser un sueño muy vivido, una pesadilla salida de los libros de terror que le gustaba leer. Desde que despertó en el suelo, sintiendo un frio que le penetraba hasta los huesos, no había vuelto a ver al gato y agradecía que así fuera, aunque gran parte de él si lo quería, quería descubrir si lo que había vivido era verdad, saber qué es lo que había soñado o a donde había ido, pues de su “extraña experiencia” solo podía recordar retazos de recuerdos, imágenes inconexas y mientras más se esforzaba por tratar de recordar más se le escapaban esos recuerdos, como arena fina entre los dedos. Así que regreso a su vida normal distrayéndose en su nueva novela, ciel, la cual por fin había acabado y salió a llevársela a su editor.

Regreso a su apartamento al anochecer, abrió la puerta y se detuvo, algo estaba mal, las lámparas que estaban a ambos lados del sillón de tres plazas estaban encendidas, manteniendo la sala a media luz, antes de dar un paso más supo que había alguien adentro de su apartamento, aun así entro lentamente, trato de recordar en qué lugar había puesto el viejo bate que tenía desde niño, creía que lo había dejado en la cocina. Si tan solo pudiera llegar hasta allá, le daría un buen susto al ladrón que se había atrevido a entrar en su casa. Se asomó a la sala y un movimiento lo puso en alerta, pero solo era el gato que estaba sentado en el sillón y lo miraba fijamente, así que por fin se había dignado a regresar, verlo le hizo sentir una extraña mezcla de terror y alegría. Paseo la mirada por la habitación vacía, se dirigía a la cocina caminando lentamente, tratando de hacer el menor ruido posible, cuando estaba a mitad de camino una vos lo sobresalto.
-hola creador, es un honor estar ante ti-, el volteo al lugar de donde provenía la voz, asustado y temeroso, contemplo a un hombre vestido con un caro traje negro, una camisa color rojo sangre, mancuernillas de hueso, zapatos negros al parecer nuevos, era lo que se podía considerar atractivo pese a llevar una pequeña barba bajo su boca con forma de un triángulo invertido y las cejas algo mas largas de lo normal, llevaba el cabello peinado pulcramente hacia atrás.
Dio dos pasos hacia atrás hasta pegarse a la pared, miro alrededor para saber si el intruso estaba solo, pero no vio a nadie mas, comenzó a buscar con la mirada objetos a su alcance para defenderse de un posible ataque mientras trataba de pensar que demonios quería el intruso, ¿secuestrarlo? Aun no era un escritor famoso, ¿robarlo? Pero para que aparecer sentado cómodamente en su sala y ¿porque al entrar en la sala no se había percatado de su presencia?
-tranquilo creador no pienso hacerte daño- dijo el hombre del traje, saco una cigarrera plateada, la abrió y se puso un cigarrillo en la boca.
-¿Quién demonios eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo te atreves a entrar en mi casa? Voy a llamar a la policía- dijo el escritor tratando de parecer lo más furioso posible.
-tranquilo creador, tranquilo, no llamaras a nadie, ambos lo sabemos y es por tengo algo que tú quieres, algo que deseas más que nada- dijo el hombre del traje mientras entrelazaba sus manos por debajo de su nariz en actitud meditabunda
El escritor trago saliva, estaba intrigado, miro al gato, este estaba echado sobre la mesita del café y se lamia indiferente
-¿qué es lo que tienes que pueda interesarme tanto?
-muy simple, creador, respuestas…- dijo mientras lo miraba fijamente
-¿respuestas? Creo que tendrás que ser más específico con eso y porque me llamas creador, no he creado nada-
-hagamos esto de manera correcta ¿quieres?, siéntate, vamos, estás en tu casa y yo no pienso hacerte ningún daño, solo soy… un mensajero, y tenemos tanto de que hablar, así que siéntate-, estaba intrigado, no percibía ningún tipo de amenaza del tipo del traje caro y estaba deseoso de escuchar lo que tenía que decir.
-te daré unos minutos antes de que llame a la policía, pero tendré el teléfono a la mano y si solo me haces perder el tiempo, llamare a la policía y mientras llegan te moleré a golpes, ¿qué te parece eso?-
El tipo del traje soltó una carcajada.
-veo que ella hizo una buena elección contigo, eres tan prometedor. Puedes tener el teléfono cerca si eso quieres, aunque quizás te baste con ponerte a gritar para que algún vecino llame a la policía, así que no tienes de que preocuparte, vamos, siéntate, valdrá la pena, te lo prometo-
El escritor tomo el teléfono inalámbrico y lo sostuvo en su mano mientras se sentaba en un sillón enfrente del hombre del traje, tenían la mesita del café de por medio y estaba mas cerca de la puerta, a la primera señal de peligro, trataría de correr y llamaría a la policía y si eso no bastaba trataría de defenderse, aunque no había participado en una pelea a golpes en toda su vida, confió en que la adrenalina y su instinto le ayudaran a sobrevivir.
El hombre del traje encendió un cigarrillo con un zippo dorado que puso en la mesa, dio una profunda calada y exhalo el humo del tabaco lentamente, se acomodó en su sillón y dijo.
-mi nombre es azar, y como dije soy un mensajero, tienes potencial creador, mucho potencial, tienes lo que se diría, una imaginación única y con la instrucción adecuada puedes hacer grandes cosas. Puedes tener un gran poder, un poder con el cual podrías cambiar el mundo ¿eso te gustaría? Puedes hacer de este mundo un lugar mejor, puedes hacer lo que tú quieras, podrías ayudar a mucha gente. Salvarla si eso te place o destruirla, esa es tu decisión. Este mundo necesita un cambio y tú puedes dárselo, serias un dios… esta es una oportunidad única en tu vida, tendrás que pasar por un “entrenamiento” y después de eso podrás cambiar las cosas, todas las cosas. Solo con tu voluntad, solo con desearlo…-
- y ¿cómo podría hacer eso? ¿Uniéndome a tu religión? ¿Adorándote? ¿Dándote mi dinero? ¡¡¡Estás loco!!! ¿Te atreves a meterte en mi casa solo para decirme esas estupideces? Solo eres un desquiciado que me hace perder mi tiempo…
 El escritor lo miro a los ojos, sus ojos parecían exhalar fuego y había cosas allí, cosas que se retorcían. Miles de imagines llenaron su cabeza, era demasiado, no podía soportarlo. Vio monstruos, muerte, dolor, pero sobre todo predominaba el color rojo, se llevó las manos a los ojos, quería sacárselos para que parara. Las imágenes se detuvieron, lloraba, nunca había experimentado una angustia semejante, por un momento había visto una criatura y era horrible, yaciendo en la oscuridad, en una oscuridad viva y palpitante, en una oscuridad muy lejana, entre las estrellas, donde nada mas puede vivir, el monstruo de un millón de pesadillas.
-¿que eres tú?- dijo entre sollozos, -¿que eres tú y que quieres conmigo?
-soy tu amigo, tu mejor amigo y te ofrezco una oportunidad única en tu vida, una oferta que no podrás rechazar. Ahora que tengo tu atención, me explicare más detalladamente. Veras, este mundo se está desmoronando, necesita un nuevo líder, un líder que lo lleve a un nuevo nivel de prosperidad y tú eres ese líder creador, nadie más podría hacerlo mejor.
 Pero para lograrlo, para poder convencer a las personas, necesitas tener poder, poder para poder hacer cosas grandiosas, para poder crear ese nuevo futuro y para castigar a las personas malas, así serás un líder justo, pues algunos no querrán seguirte ya que están muy cómodos en sus tronos erigidos con pecados, así que no querrán un cambio, pero tú debes hacerlos ver la verdad, hacerles ver sus errores obligarlos a cambiar por el bien de la comunidad, puedes imaginarlo, un solo pueblo en el mundo…-

Su mente se llenó con imágenes de praderas verdes que se extendían hasta donde alcanzaba la vista, salpicadas de algunos bosques aquí y allá, con casas desperdigadas por el campo. Y más allá, hacia el horizonte, una enorme ciudad blanca, limpia y brillante con edificios altos como agujas hasta que parecían sobrepasar el cielo, en las calles había gente que sonreía al caminar, orgullosos de estar vivos, de vivir en esa ciudad blanca. En los muros de algunos edificios vio su cara en algunas banderas que proclamaban mensajes positivos, una utopía de prosperidad y valores como no se ha visto nunca, donde la pobreza era solo un mal recuerdo.

-… una sola nación bajo tu liderazgo, que prosperara y existirá por siempre, tu serás su héroe, su salvador… el mundo te necesita, ¿vas a darle la espalda?- dijo azar con una sonrisa que desbordaba confianza, el escritor estaba sin palabras, no podía dejar de pensar en esa ciudad, en las caras de las personas que se veían tan felices y todo era por él.
-pero ¿cómo es posible que creas que yo puedo hacer eso?, dices que eres un mensajero, pero ¿de quién? ¿De parte de quien vienes? ¿De dios? ¿De él diablo? ¡¡¡Habla de una vez!!!
-¿dios? ¿El diablo? Vengo de parte alguien mucho más poderosa que ellos, mi ama es lo que se diría el campo en el que ellos juegan, es el aire que respiran y ha puesto los ojos en ti creador, porque tienes potencial y quiere darle una oportunidad a este mundo agonizante ahogado en la corrupción y el pecado, en su benevolencia quiere darle una oportunidad a toda la gente buena que aún queda y sabe que solo tú puedes hacerlo pero el hacerlo es solo decisión tuya creador…-
-pero ¿por qué yo? ¿Por qué no lo hace ella en persona? Si es tan poderosa ¿Por qué no lo hace ella?-
-porque ella quiere tener a un líder en cada mundo, en cada realidad, y te ha elegido para ese puesto creador, debido a tu excepcional imaginación, a que puedes desarrollar un poder enorme. Y acaso no te lo mereces, acaso la gente no siempre te subestima, acaso no quieres mejorar el mundo, acaso no quieres ayudar a la gente, ella actuara a través de ti creador, deberías sentirte honrado-. El escritor se quedó pensativo, tratando de analizar la propuesta que azar le presentaba.
-el mundo no esta tan mal, aun podemos hacer las cosas bien, aún hay más gente buena que mala, tan solo hay que darle tiempo a que…-
-realmente no crees en eso, así que no insultes mi inteligencia ni la tuya al decir semejante estupidez, ahora te lo pregunto por última vez creador, ¿cambiaras el mundo o no?-
El escritor lo miro y trato de evitar sus ojos a toda costa, tomo una decisión y muy dentro de él, sabía que acabaría arrepintiéndose.


3
El libro

Conducía su vocho por olvidadas calles del Estado de México, calles de terracería que se adentraban en la oscuridad, calles flanqueadas por terrenos baldíos y campos de cultivo. El gato iba acurrucado en el asiento del copiloto, cuando de pronto, maulló imitando el llanto de un niño, detuvo el auto y miro alrededor, se encontraba en medio de la nada. Había conducido durante horas, pero parecía que al fin había llegado al lugar que estaba buscando.

Bajo del vocho, saco la pala y la lámpara de keroseno que estaban en el asiento trasero, camino hasta la puerta del copiloto y la abrió, el gato bajo de un salto y comenzó a caminar adentrándose en campo abierto. Encendió la lámpara, miro hacia el cielo pero maeve la luna oscura no estaba en él, era una noche muy oscura, como pocas, el gato maulló con impaciencia y el escritor lo siguió lentamente a duras penas.

Camino durante un tiempo que se le hizo eterno, adentrándose más y más en el campo, llego a las faldas de un cerro y continúo caminando por una de sus laderas, al fin de esta, diviso a lo lejos los contornos de una construcción. Al llegar a ella se detuvo sobrecogido por el miedo, era al parecer, una antigua hacienda en ruinas, el gato entro sin inmutarse y maulló desde el interior, la acústica del lugar convirtió su maullido en un lamento que le hizo estremecer. Haciendo acopio de toda su voluntad, lentamente, aunque su instinto le decía que se alejara de allí a toda prisa, entro en la hacienda.
Al pasar algunas habitaciones vacías y en estado de largo abandono, llego a lo que parecía el patio principal de la hacienda, en el centro de este había un gran árbol desprovisto de hojas, el gato estaba al pie de este y le miraba con unos ojos que reflejaban la luz de forma tenebrosa.
Alumbro el árbol y lo contemplo nervioso, era un gran árbol de madera oscura que se hallaba seco, muerto desde hacía mucho, que extendía sus ramas que parecían dedos descarnados como queriendo rasguñar el firmamento sin lograrlo. El gato estaba ante el y arañaba el suelo de tierra un par de veces y luego lo volteaba a ver, repitiendo el proceso varias veces.
-está bien ya entiendo- dijo el escritor en voz baja, como si alguien pudiera oírlo.
Miro alrededor, la oscuridad lo rodeaba y no podía evitar el sentirse observado, oyó algunos ruidos provenientes de algunos de los cuartos que le hicieron apretar los dientes, así que comenzó a cavar, tratando de concentrarse de lleno en eso.

Se oyó el sonido del metal al chocar contra la piedra, esto le hizo detenerse. Estaba bañado en sudor y respiraba agitadamente, los músculos de sus brazos protestaban tensos como cables de acero. Se sentó en uno de los bordes del foso que acababa de abrir, violentas ráfagas de viento le revolvían el húmedo cabello, el clima había empeorado bastante desde que llego a la hacienda, desde que comenzó a cavar. Parecía como si perturbara extrañas fuerzas por cavar en ese lugar olvidado, la temperatura había bajado y había mucho viento que se oía como un lamento cuando rozaba las paredes del patio, lo que le helaba la sangre y más de una vez había parado de cavar, tratando de voltear a todos lados esperando ver un fantasma. Hasta que había oído y sentido como la pala chocaba contra una piedra, se había arrodillado para sacar la piedra pero lo que descubrió fue una enorme piedra en forma redonda cubierta de inscripciones.

Miraba la enorme piedra con temor y desconcierto, nunca había visto los símbolos que la cubrían, se veían muy antiguos y se preguntó ¿cuánto hacia que la piedra no había visto el sol? ¿Cuánto llevaba enterrada? Y ¿Quién lo había hecho? Una parte de él no quería estar allí, le decía que se fuera, que volviera a enterrarla y se fuera (algo le decía que no debía quedarse descubierta) pero otra parte de él quería quedarse y ver, saber para qué era.

Volteo a ver al gato, pero este había desaparecido. El viento arreciaba y gotas de lluvia empezaron a caer con violencia por todo el lugar, relámpagos iluminaban el cielo como fogonazos. Tomo la pala y comenzó a escavar alrededor de la piedra, descubrió que bajo esta, había un suelo de roca solida parecida al mármol, metió el filo de la pala entre la piedra redonda y la roca, empujo con todas sus fuerzas, la piedra empezó a deslizarse lentamente, revelando unas escaleras talladas sobre la roca que descendían hacia la oscuridad. Empujo un poco más la piedra redonda hasta que hubo un hueco suficiente para meterse, el clima había empeorado más, así que se arrastró hacia adentro llevando consigo la lámpara de keroseno.

Las escaleras bajaban por un estrecho pasillo, hasta que después de un tiempo que le pareció eterno llego hasta una especie de bóveda, que terminaba en una enorme boca que daba a un inmenso abismo, se acercó lentamente al borde, pero no vio fondo alguno, el abismo se extendía en todas direcciones y parecía no tener fin.

Contemplo por un tiempo el inmenso abismo, pero sus límites, si los tenia, se perdían en la espesa negrura. Del abismo le llegaban un viento frio y denso, todo parecía impregnado de un rancio olor como el de la carne descompuesta, intento taparse la nariz pero no sirvió de nada, el aroma parecía penetrar la piel. No pudo más y vómito, la fuerza de esto le hizo quedar de rodillas, exhausto, gateo hasta una de las paredes y se sentó recargado en ella, sentía como si le faltara el aire y aun le invadían las náuseas pero él sabía que ya no tenía nada en el estómago, cerró los ojos y trato de relajar su respiración.

Oyó un débil ronroneo, abrió los ojos y frente a él, estaba el gato, mirándolo con curiosidad, maulló débilmente y comenzó a andar hacia uno de los extremos de la bóveda, volteo y le maulló. El escritor se incorporó lentamente tomo la lámpara y fue a donde se encontraba el gato. Al llegar descubrió un estrecho camino a manera de cornisa que estaba enclavado a lo largo del muro de piedra. El gato comenzó a caminar a través de él, el escritor lo dudo un momento y volteo a ver el inmenso abismo que se abría a su izquierda, cerró los ojos y trago saliva, -espero que valga la pena, espero que pueda regresar antes de que me dé un infarto- susurro para sí y comenzó a caminar re pegándose al muro.

Estaba aterrado y llevaba descendiendo a través de la saliente lo que parecían ser horas ya no distinguía al gato frente a él y dudaba que siguiera allí, pero aún continuaba avanzando, hasta que llego a una especie de terraza de piedra formada de forma natural, el camino continuaba a lo largo del muro pero ya no bajo más contemplo la terraza sintiendo un creciente miedo solo superado por su curiosidad.

De la estrecha saliente, salía una especie de pequeño puente flanqueado por dos pequeñas cascadas de un líquido negro y viscoso parecido al petróleo crudo, el puente llevaba a una terraza, era un espacio circular, plano, de unos veinte metros de largo. En el centro había algunas viejas columnas en ruinas, estas eran de un material parecido al mármol de color negro y en el centro de estas había un enorme poso al ras del suelo, lleno de la misma sustancia negra que había visto en las cascadas detrás de él. Un grueso anillo de oro lleno de inscripciones adornaba el borde del pozo, este tenía unos cuatro metros de largo y al acercarse a él, la sustancia oscura comenzó a agitarse, se detuvo. En el extremo más alejado de la terraza, del lado que daba al abismo había una gran piedra rectangular del mismo material de las columnas, debía de medir un metro de alto por dos de largo y uno de ancho, parecía una mesa y tenía algo encima, desde esa distancia parecía una especie de bulto gris, quizás un costal y en las esquinas de la mesa se veían los restos oxidados de unas cadenas.

Se acercó hasta la mesa ignorando de momento el pozo, un aroma corrompido y nauseabundo le golpeo como un puñetazo y lo hizo trastabillar hacia atrás, hasta que se sostuvo de una de las columnas, pero retiro la mano al instante, el solo contacto con esas columnas le pareció repulsivo. Se cubrió la boca y nariz con su mano libre, con la otra trato de alumbrar lo que allí había, se acercó lentamente y  lo que pensó que era un bulto, era un cuerpo en avanzado estado de descomposición. No era una criatura que reconociera, parecía un hombre pero no lo era, tenía brazos y piernas, pero estaba cubierto de escamas, los dedos de pies y manos estaban palmeados, tenía algunas aletas adosadas a los brazos y piernas, su cabeza estaba totalmente desecha y tenía una enorme abertura en el tórax, debía de medir más de dos metros de largo. Un horror atroz le mordió el corazón, comenzó a temblar y a respirar rápida y entrecortadamente, quería salir huyendo de allí para tratar de salvar algo de su cordura pero ya había llegado hasta allí y ahora seguiría adelante. Se acercó un poco más y vio que dentro de del pecho de la criatura había algo, alumbro con la lámpara de keroseno y descubrió un enorme libro encuadernado en cuero oscuro. Dejo la lámpara en la mesa y saco el libro con ambas manos, pesaba más de lo que imaginaba y era bastante grueso. Contemplo la portada, en esta había una serpiente roja sobre un fondo circular negro y sobre esta había unos caracteres incomprensibles a modo de título. Iba a abrirlo pero un sonido proveniente del abismo lo sobresalto, era un sonido extraño y discordante como si algo se moviera allá abajo, algo enorme al parecer, tomo el libro, la lámpara y regreso al centro de las columnas

Concentro su atención en la sustancia que contenía el pozo, está aún se agitaba y podía ver cosas en ella, eran como imágenes, puntos de luz parecidos a estrellas en el firmamento, comenzó a oír susurros provenientes del pozo, se acercó más, puso la lámpara junto al borde y se arrodillo, se asomó al pozo, este aún se agitaba. Veía algo en el centro, algo que brillaba, se acercó más tratando de distinguir lo que allí había. Del centro de la sustancia comenzó a elevarse una amorfa columna de líquido hasta quedar a escasos centímetros de su rostro en ella comenzaron a formarse cráneos en movimiento, parecían bullir, cuando de pronto oyó el sonido hueco de un cuerpo al caer, volteo hacia la mesa y solo logro ver el cuerpo de la criatura que era levantado rápidamente y llevado hacia la oscuridad, fue un movimiento rápido y no logro ver qué fue lo que se llevó el cuerpo. un chillido le hizo voltear hacia abajo, hacia la sustancia, pero esta se disparó hacia su cara, comenzó cubrirle la cabeza por completo mientras lo jalaba hacia dentro del pozo, comenzó a manotear, desesperado, sintió como golpeaba la lámpara, se aferró a las bordes del pozo para tratar de liberarse de la sustancia pero esta era muy fuerte, trataba de gritar pero la sustancia comenzó a meterse en su boca y su nariz, las fuerzas comenzaron a abandonarle y se hundió en el pozo y todo fue oscuridad.

Despertó, se sentía exhausto y mojado, tenía frio y no recordaba que donde estaba, comenzó a oír un lejano cantico que se acercaba, una tenue luz comenzó a iluminarlo, se incorporó y vio tenuemente la terraza, las columnas en ruinas y el pozo. De pronto recordó todo, volteo a ver su cuerpo cubierto de una sustancia oscura, parecida al petróleo crudo y se llevó una mano a la boca tratando de contener un grito que le desgarraba la garganta, a duras penas lo logro, lloraba, era presa de la desesperación. La sustancia del pozo se hallaba tranquila pero de este salía un rastro de líquido oscuro, como si algo hubiera salido de allí. Los canticos cobraban fuerza y la luz aumentaba lentamente, volteo hacia el camino en saliente que descendía y vio a lo lejos una procesión de criaturas que llevaban antorchas de un corrompido fuego verde. Fue presa nuevamente del terror, miro alrededor y vio el libro tirado junto a él, la lámpara estaba rota y apagada junto a una de las columnas. Tomo el libro y lo abrazo contra su pecho, corrió hacia la saliente y comenzó a subir. Se detuvo al estar a una prudente distancia, correr en una pendiente era el doble de pesado, cada que respiraba, el aire caliente le hacía daño al pasar por su garganta, sudaba copiosamente y aun sostenía el libro contra su pecho, su peso le parecía un lastre pero no estaba dispuesto a soltarlo, por nada del mundo.

Volteo hacia la terraza y vio como encadenaban a una criatura a la mesa, la criatura chillaba y se retorcía. Volteo horrorizado y comenzó a subir a paso lento con una mano en el muro para orientarse ya que se alejaba de las luces y lo envolvía la oscuridad. Después de un rato oyó un fuerte sonido parecido a un rugido, debía pertenecer a una criatura enorme porque el mismo muro vibro por la enorme potencia, fue seguido por el sonido de un chapoteo. Vio con horror que algunas criaturas comenzaban a subir por la saliente en la que él estaba, tiraron sus antorchas y corrían hacia él, no tardarían en alcanzarlo. Comenzó a correr hacia arriba, con la mano en el muro, rezando por no caer al abismo, podía oír extraños chillidos a su espalda pero temía voltear hacia atrás, continuo corriendo, le faltaba el aliento y sus piernas comenzaban a protestar por el intenso esfuerzo, le costaba trabajo jalar es suficiente aire para seguir corriendo, sentía como iba perdiendo velocidad a media que el cansancio lo invadía y podía oír los chillidos cada vez más cerca. De pronto su mano dejo de tocar el muro y supo que se encontraba en la habitación abovedada, corrió deslizándose por el muro hasta que encontró la entrada y las escaleras que llevaban hacia arriba, cuando comenzó a subirlas oyó los pasos de las criaturas que recién entraban en la cámara abovedada, sus pasos se oían extraños como los que hace un perro de garras largas al correr, pensó en como serian y recordó a la criatura que había encontrado en la mesa de piedra, pensó que quizás tendrían garras y esto le hizo correr más rápido. Subía las escaleras trastabillando, podía oír los pasos justo de tras de él, cada vez más cerca, los chillidos de las criaturas eran ensordecedores, lloraba y rezaba para ver la entrada del túnel, subía lo más rápido que podía y no paraba de imaginarse que lo alcanzarían y lo despedazarían allí mismo sin que él pudiera hacer nada, cuando de pronto.

Sintió resbalar sus pies y supo que se debía al agua de lluvia, doblo un recodo y oyó el bramido de la tormenta, vio al final de la escalera el estrecho agujero por el cual había entrado y sintió una alegría desbordante, una garra le sujeto uno de los tobillos tratando de obligarlo a bajar, grito presa del terror, tratando de aferrarse con una mano a los bordes del túnel mientras que con la otra sostenía el libro, parecía un grillete de acero que le hería el tobillo, debido a la presión que ejercía, oía los chillidos amenazantes de la criatura y por un momento vio algo parecido a una boca llena de enormes dientes parecidos a navajas. Estaba tan cerca, tan cerca de poder salir, no podía perecer allí, tenía que luchar, si iba a morir tenía que ser peleando, al menos tenía que intentarlo. Con su otra pierna comenzó a patear a la cosa que lo sujetaba hasta que lo soltó, giro lo más rápido que pudo y salió por la abertura hacia la libertad, a la tormenta. Al salir dejo el libro en una montaña de tierra, tomo la pala he hizo palanca para tratar de cerrar el pozo, a duras penas lo logro al tiempo que oía como las criaturas arañaban la entrada, aun presa de la adrenalina comenzó a echar tierra sobre la piedra circular, mientras los relámpagos desgarraban el cielo sobre él.