Tengo la necesidad de ya no verte, Ana, de engullirte a ti y a tu recuerdo como agua, a ver si desapareces, si claudicas o te cansas y envileces. Por eso cuando te vayas, procura a toda costa que me entere para tirarte a la cara mil cosas y todo el cariño que te tengo.
Cuando te vayas, procura hacer mucho ruido, vete por la puerta principal para que despiertes en mí el ánimo de detenerte. Haz escándalo, grítalo a todos, diles que me dejas solo; hazlo con el mismo ímpetu falso con el que de nuevo finges cargar las maletas vacías.
Cuando te vayas, senténcialo: “¡Órale! por marica”, prefiero escuchar eso a musitar: “Sí, pero no me chingues las retinas con tus pinches disculpas y clamores.” Cuando te vayas, procura a toda costa que me entere, para no jugar a hacerme el fuerte, para que veas cómo ya no suplico que te quedes.
Cuando te vayas, si te vas.
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